Mitologías Ciudadanas

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Libertad, ¡Qué gran palabra!

Eso cantaba el grupo Jarcha hace años. En torno a esa palabra, la humanidad -con las ventajas e inconveniente que se derivan del hecho de vivir juntos- se ha ido organizando políticamente, ensayando formas de gobernarse a sí misma que compatibilicen los legítimos afanes de libertad individual (del "yo, mío") con los derechos de la mayoría (del "nosotros, "nuestro"). Así, con matices, esa hermosa palabra que es "libertad", designa el legítimo anhelo de los individuos -aunque se muevan en grupo- por mermar el poder de la mayoría en beneficio propio. O sea, que existe una estrecha relación entre el ejercicio de la libertad y la posesión del poder. Pedir más libertad, en consecuencia, es pedir más poder. En las sociedades democráticas, ese legítimo afán de más poder para algunos, en tanto que limita con el derecho de la mayoría (o por lo menos de los que ostentan el poder en nombre de la mayoría), debe ser matizado por la razón política; es decir, por el aún más legítimo derecho de saber para qué. Más poder… ¿para qué? ¿Para quién? ¿Contra quién? ¿Dónde, cómo, cuándo…?

Obviamente esta reflexión se enlaza con los gritos de libertad que ahora se oyen entre caceroladas y "caravanadas", más aún cuando -según parece- los que gritan permanecieron callados con los recortes en salud y educación, con la Gürtel y la Lezo, con la Púnica, con lo de Bárcenas y Rato, incluso con los ERE. Así que grave debe ser el problema de la libertad si ellos, tan callados y con tan buenos coches, motos y cacerolas, la reclaman. Y ese reclamo de más poder, viniendo de personas tan señeras y principales, debe ser oído. Así que, más poder… ¿para qué? Oigamos: "Gobierno dimisión", "Pagareis por los ancianos muertos en residencias", "Por la concordia entre los españoles", "Marlaska maricón, maricón al paredón", "Sánchez asesino", "Roja de mierda"… ¡Ruido! Ante la ausencia de propuestas medianamente sensatas, hay que preguntarse entonces, ¿para qué querrán más poder? De sus líderes puede entenderse. En el mejor de los casos, podrían ser aventureros políticos -te los encuentras en cualquier partido-, prestos a bien vivir del erario público, o en el peor de los casos, dada la simpleza e irracionalidad de sus propuestas políticas y en consonancia con los Trump, Bolsonaro…, podrían ser la fuerza política de choque que conviene a los desmanes del neoliberalismo, al igual que el nacional socialismo nazi lo fue de la crisis del capitalismo en el pasado siglo. Del resto de la gente -esa "mass media" y los trasnochados hijosdalgo e infanzones que se arropan con la bandera para dar cacerolazos, esos pijus magnificus desnortados, esos lumpen proletarios que lucen una bandera en una mano, mientras con la otra se masajean los testículos…-, lo que tal vez les importe del poder no sea tenerlo (no sabrían qué hacer con él), sino que el poder no lo tengan los amos de siempre. Los verdaderos amos, no los actuales "impostores".

Cuando un grupo aboga por la irracionalidad, aboga por un buen Amo. ¡Pobre España!, con una brutal crisis sanitaria, económica, de derechos civiles… -como casi en todo el mundo-, pero que aquí, además, se enturbia y se complica con una crisis política, con la irracionalidad guerracivilista de una mentalidad de esclavos, no de ciudadanos.

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