La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Libertad de unos, mordaza de otros

Quienes invocan la libertad de para ofender se sienten agredidos si los ofendidos la invocan para protestar

El 16 de marzo de 1750, Händel estrenó en el Covent Garden de Londres su oratorio Theodora, una mártir cristiana ejecutada en el siglo IV por negarse a dar culto a los dioses. Para disgusto del orondo compositor, tan avispado empresario como genial músico, no tuvo éxito. El tiempo le hizo justicia. 271 años después el actor y director teatral argentino Alejandro Tantanian y el guionista y comunicador Franco Torchia han presentado -con todo el derecho creativo del mundo- su versión del oratorio en el teatro Colón de Buenos Aires y se ha montado la previsible bronca. Porque una parte del público no ha recibido bien que hayan trufado el oratorio con textos de la teóloga queer Althaus-Reid (1952-2009), autora de Teología indecente y El Dios queer. Esta teología asume la teoría queer que rechaza toda idea establecida sobre identidad y género, incluso los movimientos LGTBI (pese a que algunos le añadan su Q) y feministas que considera restrictivamente hetero-normalizadores y homo-normalizadores. Lo siento, pero es su jerga.

Para Tantanian este oratorio es "la historia de una mujer tan enfrentada al poder como atenta a su deseo". Buscando "qué actualizaciones sugiere con las textualidades que hoy producen las disidencias sexogenéricas'' se le ocurrió recurrir a la teóloga y "hacer confluir el texto del oratorio con fragmentos de sus dos libros más importantes".

Supongo que no ignoraban -y estoy seguro de que lo deseaban- que trufar un oratorio de Händel sobre una santa con citas de la teología queer del tipo "Dios es queer porque es lo que queramos que sea" traería polémica. La trajo. Y gorda. Abucheos en el teatro, denuncias y protesta de la Conferencia Episcopal argentina. Respondidas con el habitual manifiesto de intelectuales apoyándolos y denunciando las protestas como censura e intolerancia. Como siempre sucede quienes invocan la libertad de expresión para ofender y provocar se sienten agredidos si los ofendidos y provocados la invocan para protestar. Esto, y no que se metan en el oratorio morcillas queer, es lo más irritante; al fin y al cabo, el teatro Colón no es la catedral de Toledo. Curioso mundo: se queman libros de Tintín y Astérix, y se censuran obras de Shakespeare, Twain o Conrad por políticamente incorrectas, mientras que protestar o pedir que se retire de cartel esta obra es un atentado contra la libertad de creación.

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