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Líbranos de todo mal... político

Como se decía a los victoriosos césares de la antigua Roma, los políticos son tan mortales como usted y como yo

Muy posiblemente seamos los propios electores, con la enorme dispersión del voto, los que estamos abocando a los partidos no tanto a los pactos, que así los vienen llamando, como al chamarileo y al cambalache, que así los debieran de llamar, en la formación de los gobiernos de las distintas administraciones. Esta práctica anuncian algunos que será restrictiva en el futuro, en el que podrían volver a emerger los perfiles del bipartidismo que ha imperado durante los últimos cuarenta años de ejercicio democrático y que, últimamente, al haberse micronizado los sufragios, es motivo de los diversos espectáculos que los diferentes partidos políticos nos vienen ofreciendo.

Naturalmente, esta situación grupuscular no deja más opción en muchísimos que la busca de socios, el cambalache, la permuta, el pacto, en fin, para alcanzar los deseados y necesarios gobiernos, alcanzados a veces en situaciones numéricas casi límite y hasta en casos ideológicamente contra natura llegándose a retorcer, hasta extremos irreconocibles, la intención primera de muchos de los votantes y pudiendo luego dar origen a auténticos gobiernos monstruo que pueden producir esterilidad en la gestión y bolsas de amplia insatisfacción en la ciudadanía.

Lo que sí viene a resultar absolutamente necesario, en todas las organizaciones políticas que han concurrido a las recientes elecciones municipales, es una dosis mucho mayor de la que hasta ahora nos tienen acostumbrados de generosidad y verdadero espíritu de servicio público. Parece que se olvida, pero nadie es dueño del escaño que viene a ocupar y sólo -en teoría- se les suponen una serie de características -virtudes, si se quiere- que han movido a un puñado de miles de electores a dar su apoyo para que vengan al municipio a ocupar ese escaño en el que serán inquilinos durante el próximo cuatrienio.

Sin embargo, algunos elegidos puede haber -los ha habido- que han llegado a creer en un modo de propiedad exclusiva de su puesto eventual y a fuerza de años de uso, en ocasiones inadecuado, han contribuido, decisivamente, a la pérdida de prestigio de la que alguien dio en llamar clase política y hasta de las propias instituciones públicas. Oración: líbranos de todo mal... político.

Con las líneas que anteceden, no deseo pontificar en ningún sentido, sólo recordarles que, como se decía a los victoriosos césares de la antigua Roma, sin embargo de todos los triunfos, los políticos son tan mortales como usted y como yo. Y los cargos a los que acceden, más efímeros aún. Debieran ser, por ello, más humildes y eficientes para ser mejor apreciados y recordados. ¿O no?

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