Postales desde el filo

Límites

No creo que De la Torre se aferre al sillón, lo que ocurre es que no ve a nadie digno de sucederle

Anda el PP malagueño enredado en la complicada cuestión sucesoria. No es fácil en ningún caso, pero lo es menos cuando el titular no parece dispuesto a facilitar la tarea. No creo que De la Torre se aferre al sillón, lo que probablemente ocurra es que no vea a nadie digno de sucederle. Parece que al alcalde le pasa con Bendodo -primero en la línea sucesoria- lo que a la reina Isabel II con el príncipe Carlos. No cabe duda de que De la Torre se ve a si mismo como el mejor alcalde posible. Está en buena forma física, sólo tiene cuatro años más que el presidente de USA y, a diferencia de éste, conserva muy sanas sus facultades mentales. Si además no ve un sustituto a su altura ¿por qué dejarlo?. Tan lógico es que su partido quiera cambiar de candidato, como que él lo vea innecesario.

Pero la mejor razón para el relevo es que, después de 19 años de alcalde, presentarse para un quinto mandato resulta excesivo en buena lógica democrática. Sería lo más parecido a perpetuarse en el cargo, ni la longeva presidencia de Manuel Chaves duró tanto. Aznar se auto limitó a ocho años su mandato como presidente. Fue un acto de regeneración democrática. Aunque sólo quedó en un gesto inútil que pronto cayó en el olvido y sólo se le recordará por sus muchos errores. No debió resultarle fácil mantener su renuncia, pero nadie en su partido, ni en ningún otro, siguió el ejemplo. Está claro que, quien consiguió la primera mayoría absoluta de la derecha en unas elecciones democráticas en nuestro país, tuvo más seguidores que imitadores. Por su arrogancia, y por la animadversión que logró despertar en gran parte de la sociedad española, más que poner en valor el coraje ético de su decisión, su partido respiró aliviado con su marcha.

Criticamos a De la Torre por querer mantenerse en el poder más allá de lo que la buena práctica democrática aconseja pero, no es menos cierto, que nadie se acordaría de él si se hubiese retirado tras su segundo mandato, siguiendo el ejemplo de quien era su jefe de filas cuando llegó a la alcaldía. Lo de Aznar fue meritorio en un país en el que se valoran poco gestos de esa naturaleza. Sin ir más lejos, la Ley de Cajas de Ahorros limitaba a ocho años los mandato de los presidentes, algo que todos consiguieron eludir con los resultados de todos conocidos. Claro que tampoco les falta razón a quienes opinan que son los votantes, con sus votos, los únicos legitimados para decidir la duración de los mandatos.

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