letra pequeña

Javier Navas

Listas y listos

A veces, si se echara un vistazo a la relación de trabajadores en las empresas públicas de un municipio parecería una duplicación de la última lista electoral del partido que gobierna. Los hechos de Manilva h17 componentes de la lista de candidatos de IU, 17 contratados en el Ayuntamiento- son un escándalo por redondos -17, no hay quiniela que llegue a tanto- y porque hasta ahora IU había vendido con éxito una imagen de doncellez entre los fangales. Pero que los aspirantes a político local sean en realidad aspirantes a una colocación, y una vez lograda se les cure la pasión por la vida pública, no es noticia. De puro ordinario. Un colocado en el Consistorio es una familia entera votando al colocador. En una Málaga se nota menos pero en Manilva o cualquier pueblecillo es posible hacerse con el favor del censo completo mediante una sabia colocación estratégica. Como decía Tierno Galván: "el que no esté colocado, que se coloque".

Aunque muchos se contentan con un puesto de trabajo fijo, están esos a los que les va la marcha y piden concejalías. No es malo. Lo malo es que a veces se las dan. En la lista, el figurante más apropiado es quien atrae votos de clanes, bloques y aceras completas. Celebridades idiosincrásicas, conocidas más allá de su casa a la hora de comer, tíos de fiar, puestos a la última, pañuelos de lágrimas, animales de barra, consejeras áulicas de peluquería, príncipes y princesas del pueblo, vórtices del Facebook... en fin, que hayan dedicado mucho tiempo a socializarse entre verbenas, finales de Liga, paellas populares y romerías; a veces demasiado como para que además pudieran detenerse a aprender cómo se hace la o con auxilio de un canuto. Salvo, quizá, las áreas de economía y urbanismo, cabe encomendar las otras al primer arribista que pase por allí, a condición de que haya pasado tanto que se le reconozca en el cartel. Hasta para alcalde sirve un mascarón de proa. La preparación, la inteligencia y la vergüenza son accesorios o estorban. El problema llega cuando la tropa se hace con el Consistorio y dedica su talento a echarlo abajo. Detrás de cada manta mojada hará falta situar un cargo de confianza... cargo que también se apalabró con otro manta mojada, esposo o sobrina del novedoso edil. Luego hay que encontrarle al segundo manta mojada un manta puesto a secar que enmiende sus descalabros. Al final, si Dios es misericordioso, la gestión municipal la llevarán los técnicos, trabajadores del Ayuntamiento con más mili hecha que el palo de la bandera y que se aguantan la indignación o la risa a cada lumínica idea del concejal.

Pero quién se va a quejar de este gozoso reparto. El que no esté colocado que tire la primera piedra.

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