La inocencia humana no tiene límites y, en muchas ocasiones, va ligada a la estupidez. Y para que unos sean inocentes hay otros que tienen que ser unos aprovechados, los típicos listos de la vida. Ayer por la tarde. La radio. Desconozco qué cadena era porque iba cambiando, pero la voz de una mujer y, sobre todo, su mensaje me dejó entre sonriente y enfadado. "Llamo porque quería preguntarle cuánto le queda de vida a mi madre, que tiene 90 años", decía la señora a una, entiendo, supuesta vidente. La respuesta era obvia. Con 90 años, poca. Para eso no hace falta echar las cartas ni recurrir a ninguna bola mágica de cristal. No aguardé en la emisora para escuchar a la supuesta bruja porque era previsible y porque, además, reconozco que estas cosas me sacan de quicio. A la señora que requiere respuestas del más allá o del más acá, además de estafarle la cuantía económica de la llamada, le queda el poso de duda que le suelen dejar las respuestas absurdas y generales de las personas que se dedican a esta supuesta profesión.

Y hay muchas. Solo basta con ver la televisión por las noches o las páginas, cada vez menos frecuentes en los diarios, de anuncios clasificados. Por internet es tremendo. Buscas algo en Amazon y como te descuides o te equivoques al escribir te salta la publicidad de alguna de estas locas queriendo sacarte los cuartos. Para ser preciso, loco es el que llama. Los otros son estafadores a secas.

Parece mentira que a estas alturas de la vida, cuando se están estudiando revolucionarias terapias genéticas o cuando, que se sepa, ningún muerto ha resucitado en medio de calle Larios ni en ninguna otra vía del mundo, haya aún personas que se dejen estafar y, por otra parte, que la Policía no sea más contundente contra los que ven la verdad en las cartas.

En estos casos, al menos, el usuario elige si llama o no. Otra estafa, en este caso generalizada y que atenta contra los intereses de los consumidores, son los famosos números de atención al cliente. Es prácticamente imposible encontrar alguna compañía cuyo único número de teléfono para contactar con ellos no sea uno de tarificación especial. Tan especial que te clavan vivo, sufriendo cada minuto de espera con el hilo musical un vía crucis que sale por un montón de euros. La indefensión ciudadana es flagrante y, aún así, nadie hace nada. Otros listos y millones de tontos, que pagamos esas llamadas a precio de oro sin que, normalmente, nos resuelvan nada y aguantando estoicamente a que la teleoperadora guste atenderte.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios