Todos los congresos tienen su propia liturgia. La apertura; el debate político hasta las tantas de la madrugada mientras que entre bambalinas se negocian los nombres que formarán los diferentes órganos de dirección; y la elección final de una ejecutiva por una unanimidad más o menos a la búlgara, con independencia de dónde se celebre el congreso.

Puestos a renovar la política, el último congreso del Partido Socialista ha dinamitado las viejas formas. Con unos delegados que mayoritariamente apoyaban al nuevo Secretario General en vez de a los barones que antaño le apoyaron, la ejecutiva se ha ido conociendo poco a poco durante los días previos. Era de cajón que, con Sánchez dispuesto a poner toda la carne en el asador para evitarse futuras sorpresas, la integración llegaría hasta el punto en el que no pudiese convertirse en otro susto en el Comité Federal. Entre susto o muerte, Susana entendió que Sánchez había elegido matarla antes de que ella pudiera darle otro disgusto cuando no accedió a sus pretensiones en el Comité. Nadie dio una orden para que los susanistas andaluces se ausentara del plenario, pero era fácil imaginar que si a la misma hora organizas una copa, o estás en lo que se está o estás de fiesta. Y no hay que ser un lince para prever que a esa hora no se habrá acabado. Aunque como digo alguien "todo esté resuelto".

El ceremonial de un congreso exige que su cierre finalice con el discurso del líder y el aplauso unánime de los congresistas. Unos más fuertes que otros y con independencia de la fe que le profesen. Se trata de transmitir la mínima idea de unidad necesaria para que luego te voten. Un congreso soporta un veinte por ciento de abstención. Incluso de votos en contra, que sólo ponen de manifiesto la convivencia de diferentes posturas. Lo que es muy democrático. Ahí está Podemos. Incluso soporta que ese porcentaje de delegados se ausenten para coger a tiempo el tren de vuelta a sus casas. Lo que no resiste es que todos ellos dejen vacía la misma esquina de la sala. Si a Sánchez le ha podido faltar la mano izquierda que se llevó por delante la atropellada convocatoria del congreso regional en Andalucía, a Díaz le ha faltado capacidad para aguantar sentada la hostia que reconoce que le dieron en las primarias. Al PSOE, una buena foto de familia y a sus votantes puede que les termine faltando la paciencia. Ese día habrá que ver de quién ha sido la culpa.

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