No ha sido necesario esperar demasiado para que las administraciones concernidas en la limpieza de los arroyos que atraviesan la zona este de la capital se culpabilizan entre sí de su falta de limpieza. En general, los afectados por la riada estarán principalmente preocupados por intentar que el consorcio de seguros pueda reparar parcialmente los daños sufridos en sus propiedades, si es que no dejaron sus vehículos estacionados en alguno de los cauces próximos a sus viviendas, ante la falta de aparcamiento en la calle. Así que, más allá de los reproches políticos, me temo que una vez más nos quedaremos con las ganas de saber si episodios como el de la madrugada del domingo se podrían mitigar y a quién corresponde la principal responsabilidad de la inacción.

Medio millar de rayos, granizo y 150 litros por metro cuadrado en una noche son cifras importantes, pero por las imágenes parecía que se había desatado el fin del mundo y creo que para llegar a ese extremo igual se necesita algo más de agua. Quizá Málaga sea la excepción. Tampoco quiero tentar a la suerte. No es lo mismo una tromba a las 3:00 de la madrugada que a las 9:00.

La tormenta, esta vez tuvo especial puntería. El Centro, el Limonar, el Palo o Cerrado de Calderón fueron algunos de los objetivos principales. Pero el orden de los factores no suele alterar el producto en la capital. En diciembre el protagonismo correspondió a los polígonos o la Carretera de Cádiz. El resultado es similar: calles intransitables con enormes balsas de agua e inundaciones en sótanos y garajes. Y una red de alcantarillado incapaz de absorber la lluvia. Incluso a punto de reventar, como se sospecha que sucedió con una tubería en Cerrado de Calderón.

Estoy ansioso por ver la respuesta cuando, una vez superada la pesadilla y las alertas que todavía nos quedan por delante, preguntemos a los distintos responsables institucionales: ¿y ahora qué? Tras la tromba de diciembre y con ocasión de su anuncio de que el actual sería su último mandato, tuve ocasión de preguntarle al alcalde Francisco de la Torre qué le gustaría dejar como principal legado. Su respuesta no aludió a los museos, ni a la captación de empresas huidas del Brexit, ni a futuras sedes de sociedades punteras en nuevas tecnologías. Con el chaparrón muy reciente habló de una ciudad mejor protegida ante episodios como el del domingo. Para eso aún tendrá que llover.

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