Tinta con limón

josé L. Malo /

Lunes benditos

TRINCHERA: en ello se ha convertido nuestro sofá, imantado por una actualidad embarazada de tinieblas que nos aboca a cambiar el antiojeras por pinturas de guerra y a vivir en permanente estado de erupción.

El ramillete de noticias actuales susceptibles de opinión antes de proceder a escribir, por suerte, no me ha arrastrado hasta la mía; de hecho, ha ocurrido el efecto inverso. Sería fácil derramar bilis sobre políticos ineptos, tachar comportamientos deportivos inapropiados o denunciar estrépitos como el del Metro. Voy a hablar de los lunes, tan demonizados gratuitamente sólo por su mala suerte de haber nacido después del domingo. Me considero abogado de los lunes.

Antes de nada, les relato cómo suelen ser los míos: amanezco con tres dígitos en el despertador porque aún oso invertir 90 minutos en patear, o intentar, un balón (o la pierna enemiga cuando se tercia) con varios amigos y colegas de la profesión. Ya chutado de endorfinas, empiezo a gastarlas con casi doce horas seguidas de faena: tertulia en la radio, jornada en el periódico y más radio. La conclusión es que llego a casa ya técnicamente en martes, cerca de las 2:00 y con una camada de hienas rugiendo en mi estómago, una combinación nada compatible con los consejos endocrinos de cena frugal. Motivos para maldecir lo kilométrico e intenso del día no me faltan; sin embargo, conduciendo de vuelta todo el cansancio sólo me lleva a pensar en el privilegio de pensar que hay una persona esperándome en el sofá peleándose con Morfeo o con la sartén (depende del día) para recibirme; y un perro que en cuanto oye el ascensor se hace siamés con la puerta de casa. Así que de ese modo acaba mi día, con una bendita recepción por duplicado que le da sentido a haber desabrochado otro lunes. Mejor no se puede comenzar la semana.

Realmente, el final de mis días es siempre así, ningún día lo gozo de manera distinta a otro. Pero los lunes me sabe mejor. Meterme en la cama sabiendo que en nuestra casa los lunes también son maravillosos porque así queremos nosotros que sea es sumamente gratificante.

Nunca me voy a cansar de rebatir a todo aquel que maldice los lunes. Aunque sería un argumento cierto, no caeré en la demagogia de decir que hay para quienes no existen los fines de semana porque todos sus días son iguales; prefiero masticar esa sensación de ser capaz de disfrutar de un lunes con el mismo cosquilleo que otros sólo son capaces de experimentar un viernes. Hoy no hay bombas en estas líneas, planto mi bandera de paz, y la planto en este jueves con sabor a lunes.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios