Reconozcámoslo, el independentismo nos va ganando por goleada. Algo así como el Liverpool del alemán Jürgen Klopp al City de Guardiola en la ida de los cuartos de Champions. Claro que este ventajoso parcial no significa que los "indepes" vayan a salirse con la suya, ni que los de Anfield pasen a semifinales. El fallo del tribunal alemán es una catástrofe para nuestra democracia. Su argumento es que no hubo violencia. No hubo suficiente sangre. En realidad la violencia ha sido psicológica: lo que ha hecho el secesionismo catalán con la democracia es lo que Charles Boyer hacía a Ingrid Bergman en Luz de gas. Algo demasiado sofisticado para que en cuatro días lo entienda un tribunal Schlewsig Holstein. Parecen desconocer que para dar un golpe de Estado ya no hace falta ejercer la violencia ¡basta con Facebook! Aunque, efectivamente, más que un golpe clásico hay que hablar de un intento de golpe contra el Estado constitucional: declarando la república e intentando modificar las fronteras para deshacer una unidad política territorial con siglos de antigüedad. Pero, al parecer, nada de eso está castigado en nuestra legislación. En este país una mayoría parlamentaria puede derogar en su territorio la Constitución y el Estatuto, cometer todo tipo de ilegalidades y tropelías antidemocráticas y salirle gratis. Si se hace sin demasiado violencia explícita; por muy intensamente que se haya ejercido de forma implícita tratando de imponer a la mayoría las ideas de la minoría. Dentro y fuera de ese territorio: dos millones de votantes catalanes imponiendo su voluntad a más de cuarenta millones de ciudadanos. Democracia aclamativa.

Decía el sociólogo Ignacio Sánchez Cuenca, en una entrevista en la que hablaba de su nuevo libro "La democracia española ante la crisis catalana", que en ésta se había enfrentado el principio de legalidad con el de democracia. Me sorprendió que este profesor universitario los tratase como principios antagónicos cuando son una misma cosa: el Estado de derecho es la arquitectura de la democracia y la Constitución la viga maestra. Este autor repite la consigna difundida de forma viral por el independentismo en las últimas semanas: España no tiene un problema con la independencia, sino con la democracia. Pero no es querer la independencia, lo delictivo es volar todos los principios democráticos para intentar conseguirla. Eso sí, sin violencia explícita, basta con hacer luz de gas.

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