Mitologías Ciudadanas

José Fabio Rivas

La Magna y los aguacates

Esto de ser creyente a veces es un lío. Me explico: Los meteorólogos pronosticaron lluvia a cántaros, pero los creyentes debieron rezar con fe al alto cielo y suplicar con sentidas plegarias a la divinidad y a toda la corte celestial, pues lo cierto es que ni una gota de agua impidió la Magna celebración programada para el sábado, 30 de octubre. Sin la manta de agua que iba a caer, la agrupación de cofradías, en conmemoración de su programado centenario, sacó al centro de Málaga, durante 14 horas, a 16 esplendorosos tronos. Desde la Pollinica hasta el Resucitado, pasando por la Sagrada Cena, el Rescate, el Rico, la Esperanza, el Sepulcro… Y así, la procesión Magna de Málaga brilló en todo su esplendor, y el otoño por un día se tornó floreciente y templada primavera. Y yo, que no soy creyente, a pesar de las molestias y el desagrado que este tipo de actos supone para muchos ciudadanos, imagino que, contemplar tanta belleza barroca en la calle, debe ser para nuestra ciudad un importante revulsivo económico, social y estético. Porque si no… Pero se acabó la Magna. Por supuesto, sin que lloviera. En fin, el poder de la oración y de las plegarias.

Pero nuestros campos se mueren de sed y nuestros pantanos están al mínimo. Desde hace unos años, apenas llueve. Los campesinos andaluces siempre han sabido de sequías: son cíclicas, aunque ahora agravadas -según los expertos- por el cambio climático. Una catástrofe. El pantano más importante de Málaga, del que se nutre toda la Axarquía, el de la Viñuela, está a un 19% de su capacidad. Necesitamos el agua no solo para beber, asearnos, incluso para que algunos luzcan césped y piscina… Necesitamos desesperadamente el agua para regar nuestros campos. La Axarquía, gracias a la laboriosidad de su gente y a la bondad de su clima y de su orografía, se ha convertido en la primera productora de subtropicales de España y en la primera reserva de Europa en la producción de aguacates y mangos de gran calidad. Y eso da muchos dividendos, pero necesita del agua para seguir dándolos. A pesar de la eficiencia del riego por goteo y de que se debe mejorar la planificación de los cultivos, a pesar del aprovechamiento del agua depurada del consumo doméstico y de una posible desalinización del agua del mar, necesitamos que llueva, que llueva plácidamente, a cántaros, que nuestros pantanos rebosen.Desde siempre el hombre ha implorado a sus dioses benefactores para que el clima (la lluvia, la sequía, el calor y el frío…) le sea benévolo. En la Iglesia católica, las rogativas propluvia, desde rezos a procesiones, han sido frecuentes. En la Axarquía se sacaba a San Isidro labrador, a San Sebastián bendito… ¡Que llueva, que llueva! Y al final llovía. El poder de la oración y de las procesiones entre los creyentes parece que es importante. Pero cuando las lluvias deberían haber llegado, cuando nuestros campos se mueren de sed, cuando peligra el futuro económico del campo, en vez de sacar a la calle procesiones rogativas de lluvia, ahora los creyentes malagueños claman al cielo para que no llueva y la

Magna luzca en todo su esplendor. En fin, que eso de ser creyente a veces es un lío difícil de entender.

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