Tengo un signo de interrogación en el pecho y otro de admiración en los ojos. Unos puntos suspensivos paseándose por mis labios, un punto y aparte en mis recuerdos, comas que separan mis dudas y una colección de puntos que poner sobre íes que aún se esconde de mí. Mi alma ya no reescribe sobre sus tachones ni se pierde entre las infinitas páginas en blanco del libro que escribo a diario con la tinta de mi sangre, con las palabras que tú me prestas.

Pongo tu silencio entre comillas, los puntos finales son los que me eligen a mí, mis abrazos siempre llevan acento. Leo entre las líneas de tus palabras y no me canso de poner asteriscos en cada uno de tus errores, para que no se me olvide remendarlos. Ahora tus besos van entre paréntesis.

La última libreta ya no cabe en mi cajón y la próxima se escribe con una letra cuya dueña no reconozco. Los viejos renglones de mi cama ahora reciben párrafos de una tipografía sin nombre. Las palabras que definen esta realidad siempre serán de mi puño y letra.

Esto lo escribí en noviembre de 2006 y lo archivé en esa carpeta mental donde caen todas las cosas que crees que nunca verán la luz. Pero al final hubo parto. El texto nació en Fotolog, que era el hospital de moda por entonces. Aquella red social fue la madre de este Instagram. A una foto íntima o abstracta le acompañabas algún pensamiento o sentimiento propios. Un diario hecho para que leyeran los demás lo que se hacía complejo de explicar con palabras simples en el cara a cara. Paradójico y contradictorio, pero así solía funcionar.

Recuerdo con vaporosa melancolía, como se recuerdan todas las cosas que no volverán, que solía ser un acto nocturno, cuando el hogar aplacaba todo el trasiego del día. Era una bengala lanzada no para que nos rescataran, sino para que supieran que a veces nos gusta estar perdidos un rato en altamar. Este Instagram, en cambio, parece responder más bien a una llamada de atención 24/7. Poses de alguien que no eres a veces acompañadas por palabras prestadas y embutidas en un eslogan de oropel. Busca un "Sé tú mismo, que nadie te marque tu camino", y probablemente encontrarás que su escriba no tiene ni idea de dónde y cuándo se le perdió la personalidad. No entraré ahí, cada generación tiene sus mecanismos de expresión.

Pero sí me niego a levantar la bandera blanca con la ortografía. Las imágenes y los sonidos están convirtiéndonos en trasuntos de nosotros mismos. Las consultas de psicología apuntan a franquicias del Departamento de Lengua y Literatura Española. Cada época tendrá su propia red social para que nos expresemos, pero el lenguaje siempre será la manera de diferenciarnos de los animales. Y aquí me veo, tirando una bengala porque esta jungla me asusta tanto que me quedo sin palabras.

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