Postales desde el filo

José Asenjo

Málaga-Sevilla

EL pasado fin de semana el alcalde de Sevilla, que será aclamado en el próximo congreso nuevo presidente del PP andaluz, afirmaba en nuestra ciudad que quiere construir su proyecto regional sobre el eje Málaga-Sevilla. Probablemente pretenda con su declaración paliar el malestar que pueda producir en determinadas organizaciones provinciales su intención de compartir el liderazgo orgánico con su condición de primer edil de la capital andaluza. Especialmente en las provincias orientales en las que con mayor fuerza el PP consolidó sus sólidas mayorías estimulando los agravios provinciales. Para los populares ese sentimiento fue la criptonita con la que debilitaron a un PSOE que lograron convertir en la encarnación del maldito "centralismo sevillano".

El agravio fue prácticamente el único argumento en el libreto ideológico de los populares, que en su meritorio avance electoral arrebataron la hegemonía a los socialistas, también lastrados por sus propias inclinaciones autodestructivas. Metidos en harinas psicológicas, visto los antecedentes, resulta razonable pensar que los populares malagueños puedan vivir con cierta esquizofrenia el advenimiento de este nuevo PP sevillanizado.

Dicen los evolucionistas que la animadversión hacia el otro o al diferente, germen de chovinismos localistas y de los nacionalismos, la llevamos inscrita en nuestros genes desde la noche de los tiempos. Hay en esos tribalismos algo que nos devuelve a un estado de naturaleza original. Ver al otro como un igual es un avance moral y civilizatorio que nos hace más humanos. En realidad, lo que nos enseña la historia de la evolución es que, contrariamente a lo que se suele creer, no han sobrevivido los más fuertes sino aquellos que aprendieron a cooperar. Vale, me parece que estoy perdiendo el hilo. Decía que el localismo alimentado por las desiguales inversiones de la Expo del año 1992 cristalizaron en un antisevillanismo que se convirtió en una seña de identidad de la oposición política y social en buena parte de la comunidad. La Exposición Universal de Sevilla, en lugar de servir para cohesionar Andalucía, se convirtió en el pretexto para sembrar la mala hierba del irredentismo. Probablemente las culpas estén repartidas, pero la estrategia de fomentar agravios, comparando las inversiones que se hacían en la ciudad sede de la Expo con las otras capitales, fue un irresponsable ejercicio de ventajismo. Todo aquello lastró el desarrollo de una conciencia política regional, algo que a estas alturas no estoy muy seguro si fue bueno o malo. Lo que sí es cierto es que el sentimiento de integración y de comunidad salió mal parado hasta el punto que, con cierto síndrome de Estocolmo, los socialistas a la hora de formar sus gobiernos priorizaron las cuotas provinciales. Por todo ello, está bien que los populares, superando sus propias contradicciones, plateen ahora un proyecto político para Andalucía basado en la cohesión y cooperación territorial.

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