Málaga, te han robado tu bullicio. El sacramento de tus barrios estallando de vida. Tu perfume a café callejero, a pucheros que abren las ventanas, a dama y a damas de noche. Tu silueta abarrotada de guiris. Eres tú, con tus trajes de siempre, pero desnuda en el alma. Afónica de acentos, con el silencio esclavo de una mascarilla. Me duele ver a mi ciudad huérfana de rutina, con sus calles dormidas. Tú eres bella por alegre, por ruidosa. Me duele tu silencio involuntario y no reconocer tu voz. Oír tu música de mesas arrastradas en la terraza de un bar. De carreras de corbatas con prisas. De inocentes carcajadas columpiándose en los parques. De políticos improvisados en la parada del autobús. De tu gentío libre y estridente, ahora reducido a pasos tensionados y perros de ladridos confundidos.

Málaga, mecachis en la mar, en la tuya que hace de felpudo a una ciudad con la puerta abierta para todos sus visitantes. Qué pena pisar tus calles con miedo, si aquí nunca hizo falta permiso para pasear por tus caderas y tus orillas. Carreteras domesticadas, saludos con guantes, amaneceres sin eco. Tú no eres así.

Málaga, enciéndete. Echo de menos que tu farola nos guiñe sin darnos cuenta. El ojo avizor de tu Alcazaba vigilando silente. Jugar a llegar al cielo con la mirada recorriendo la Catedral. El abrazo a traición que te persigue por el paseo marítimo. Volver a casa de madrugada con las estrellas susurrando una nana de luces.

Málaga, espérame. Reescribiré tus mapas de sol y sal cuando el terral plante su bandera en el asfalto, con ese verano que entra por sorpresa y sin permiso. Disfrutaré bajo mis pies del asfalto que techa tu orgullo fenicio. Abrazaré con la firmeza del que recibe en tu estación de tren y con la adherencia del que despide. Me beberé tus atardeceres a chupitos, brindando con el paisano que quiera besar tu horizonte conmigo. Celebraré moragas a la vuelta de tus esquinas de arena.

Málaga, cambiarás. Te faltarán ancianos comisarios en los portales, tus superhéroes ahora lucirán bata blanca. Y llamaremos alcalde a todo aquel que nos salude con el fervor con que se aplaude en los balcones. La pobreza que viene te hará otra vez más granuja, más superviviente del ingenio y la picardía. De barrios que no pedirán el pasaporte y melancólicas persianas en sus comercios de carne y hueso.

Esta, la de ahora, no eres tú. Tampoco lo soy yo. Málaga, volveré. Aunque nunca me haya ido de ti. Sigues en la memoria de mis huellas. En la retina de mis paseos. Y en cada letra que escriba, dispuesto a enamorarme de ti de nuevas maneras.

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