Málaga ficción

Si el coche será un estorbo desde la Malagueta a El Corte Inglés, por qué el empeño de soterrar el Metro

En 2040 desde la Malagueta a El Corte Inglés no circulará en superficie un vehículo privado, descontados los que pertenezcan a los residentes con aparcamiento, si por aquel entonces queda alguno. Será la nueva almendra central de la capital. Y es más que probable que por aquel entonces ya esté la ampliación de la zona hasta los pies de la estación de tren en Vialia.

Será el devenir natural de la capital de la Costa del Sol, que para el tránsito de vehículos sufre un problema. El mar la ahoga por el área Este. Así que, mientras no funcionen los turismos voladores, sólo dispone de dos alternativas para recuperar una gran área exclusiva para viandantes y sus artilugios individuales de desplazamiento: o se busca una conexión con la ronda de circunvalación para sacar los coches de esa ratonera o se habilita una nueva carretera bajo la superficie. Un gran túnel subterráneo en terrenos ganados al mar, para desafío y deleite de ingenieros, por debajo del Muelle de Heredia, el Paseo de los Curas y el Paseo Marítimo Pablo Ruiz Picasso. El denominado eje litoral.

Una obra de más de dos kilómetros de longitud, a dos niveles de profundidad para facilitar la circulación en doble sentido, y un coste muy estimativo a estas alturas de casi 300 millones de euros. Y ésta, junto con el Guadalmedina y el auditorio, serán las grandes apuestas finales de Francisco de la Torre. En la tranquilidad de que, en ningún caso, él las verá ejecutadas desde la Casona del Parque.

Una Málaga de ficción, pero también real y que resulta difícil de soñar con los antecedentes de los últimos años. Pero es probablemente la única Málaga posible y compatible con una ciudad más sostenible. Una urbe diseñada a trompicones y que sólo se acometerá porque al alcalde le urgen los cimientos de su amplio legado, y no los votos necesarios para otra reelección.

La pregunta es precisa. Si parece claro que el coche es ahora el gran estorbo por qué ese insensato empeño en soterrar el Metro a su paso por el centro, en vez de haber facilitado su paso por la Alameda y su prolongación a través del Parque, hasta alcanzar la Malagueta, en superficie. Sólo nos hubiéramos adelantado un par de décadas al dibujo final de esta ciudad, que es la misión ideal que debería cumplir cualquier nueva infraestructura pública. Y habríamos ahorrado una inversión suficiente para sufragar el ambicioso proyecto que ahora se pretende acometer. Incluso el problema con esos espectaculares restos arqueológicos de la Málaga musulmana de los siglos X al XIII que han aparecido. En vez de una celebración por su hallazgo representan una condena. Su destino silencioso será la piqueta. El futuro era compatible con el pasado.

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