Manuscrito Voynich

Si no fuéramos un país ridículo, todos conoceríamos ya las condiciones que nos ha puesto la Unión Europea

En 1912, un bibliófilo polaco llamado Wilfrid Voynich compró varios manuscritos antiguos a una institución jesuita de Roma llamada el Collegio Romano. Uno de esos manuscritos resultó ser un códice escrito en un alfabeto irreconocible. El manuscrito también contenía unas doscientas ilustraciones que representaban animales mitológicos y plantas de un herbario desconocido. Por lo que se sabe, el manuscrito -ahora conocido como Códice Voynich- apareció en el siglo XVI y perteneció a un oscuro alquimista de Praga. Después fue adquirido por el emperador Rodolfo de Bohemia y más tarde pasó a los fondos del Collegio Romano. En los años 60, la universidad de Yale lo compró. Todas las pruebas indican que ese códice se redactó en el siglo XV, aunque nadie sabe ni quién lo hizo ni por qué. Por no saber, no sabemos si ese alfabeto hasta ahora indescifrable es un código de un idioma real o inventado. Tampoco sabemos qué pretendía el autor de ese códice. ¿Era una broma? ¿Un engaño? ¿Un pasatiempo? ¿Una estafa? ¿Una especie de conjuro en forma de libro? A Borges le habría interesado mucho esta historia.

Me he acordado del misterioso Códice Voynich no sólo porque su historia es fascinante, sino porque nosotros también tenemos un equivalente actual de ese códice incomprensible que nadie parece saber de dónde ha salido. Se trata, por supuesto, del Acuerdo de Funcionamiento que negoció el Gobierno de España con la Comisión Europea a cambio de los 70.000 millones de euros de los fondos de reconstrucción. En ese acuerdo -según han oído decir algunos iniciados que deben de parecerse mucho a los alquimistas de Praga que descubrieron el Códice Voynich- se detallan las condiciones del préstamo: las reformas que tendrá que hacer España y los requisitos en materia de impuestos y de distribución de los fondos. Lo malo del caso es que nadie ha visto ese Tratado, que debe de estar oculto en las criptas blindadas del palacio de la Moncloa.

Si no fuéramos un país ridículo donde los políticos se dedican a fingir que combaten en una interminable pelea de pressing catch en Las Vegas, ese documento concentraría todas las discusiones y todos los análisis políticos de nuestro país. Pero aquí, en cambio, nadie sabe nada de este nuevo códice secreto redactado en un alfabeto que, al paso que vamos, no se va a poder descifrar jamás.

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