PANORAMA SIN EL SILO

Francisco Peñalosa

Mare Nostrum

AL parecer, un buen remedio para curar la anorexia cultural que padecen los escolares andaluces, denunciada por el informe PISA, consiste en tomar a diario sobredosis de aire marino. Por eso sería muy conveniente organizar en los colegios excursiones en barco para enseñar a los alumnos a mirar la costa desde el mar. Que es tan apasionante, o más, que mirar el mar desde la costa. "Niños: si veis un monte junto al borde costero y en las cercanías está la desembocadura de un río, con toda probabilidad allí hay -o ha habido- un asentamiento humano". De esta manera, con un paseo náutico se mata dos pájaros de un tiro. Los párvulos respiran aire yodado y al mismo tiempo aprenden a conocer la lógica que, desde la Prehistórica, se ha practicado para elegir el emplazamiento idóneo dónde establecer un poblado. Por ejemplo, conocer Melilla desde el mar tiene un interés pedagógico asombroso.

Hay tres Melillas. Melilla la vieja, Melilla la nueva, y Melilla la novísima. Melilla la vieja, con sus cuatro recintos fortificados, que responden a otras tantas ampliaciones sucesivas, ocupa un promontorio defensivo de los ataques por tierra -por mar no habría narices de intentarlo- siguiendo los modelos de la arquitectura militar propios de cada época. Melilla la nueva es el resultado de la importación del modelo barcelonés de ensanche diseñado por Ildefonso Cerdá para Barcelona, en la segunda mitad del siglo XIX. La transcripción del arquetipo se lleva a cabo medio siglo después y reduciendo la escala, pero el resultado es excelente. En cuanto a Melilla la novísima, responde a la ordenanza de bloques en ordenación abierta tan habitual, hasta el hartazgo, a lo largo y ancho de la geografía española.

El borde litoral mediterráneo -de Algeciras a Estambul-, está lleno de Melillas -asiáticas, africanas y europeas- a partir de las cuales se puede explicar casi todo: los integrismos monoteístas y los politeísmos humanistas, el derecho romano y el legado andalusí, el templo clásico y la mezquita, un verso de Kavafis y otro de Omar Khayyäm, la mojama de atún y el aceite de oliva.

Saquemos pues a los niños andaluces de las aulas y démosles clase en la mar para sanarles del infame PISA.

El Mare Nostrum es de una belleza tan deslumbrante que se ha vuelto, según Coll, un tanto "marciso". O sea, una gran masa de agua enamorada de sí misma.

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