Reloj de sol

Joaquín Pérez Azaústre

Marilyn

CADA cierto tiempo vuelve Marilyn, y es bueno que así sea. Cada cierto tiempo vuelve Marilyn, de pronto una película o una publicación, o simplemente la necesidad de traerla de nuevo a nuestras vidas. Pero, ¿es que se ha ausentado alguna vez? Marilyn va a estar siempre presente, con su melena rubia platino recortada sobre un fondo de estrellas, peinado a lo Mae West pasada por el Actor's Studio, esa inocencia pícara a lo Natalie Wood, cuando se encontraban en las fiestas y podían hablarse, en apenas un cruce de palabras, del estigma fugaz de la belleza. Marilyn vuelve siempre cuando hablamos de los Kennedy, porque Marilyn fue una crisis de los misiles de Cuba pero sin Fidel Castro, fue un Happy Birthday cantado dentro de un vestido tan ceñido que la tarta era ella. Marilyn es también su posterior romance con Bob Kennedy, igual que antes palió los dolores de espalda del presidente Jack. Marilyn también es Peter Lawford, y aquel clan de Las Vegas, Marilyn es la voz que apenas necesita tener voz, y ese enigma para los intelectuales que definió Gimferrer y antes descubrió Arthur Miller.

Precisamente ahora va a publicar Seix Barral los cuadernos íntimos de la actriz, en los que habitan no sólo reflexiones, sino también poemas, de una palidez honda y dramática. Lo de menos es que se carteara con Carson McCullers, Somerset Maugham o Norman Mailer -de su relación con Truman Capote ya sabíamos-, aunque esto aumenta el misterio. Con Marilyn todo es misterioso, desde sus últimas fotografías, envuelta en esas gasas rosadas que dejaban entrever su cuerpo modelado en íntimas fragancias, hasta la aparición de alguna cinta pornográfica en la que más de uno se ha empeñado en reconocer a la entonces juvenil Norma Jean. Ahora vuelve a ser una nueva noticia del verano, como si se hubiera ido, cuando su muerte lo que hizo fue dejarla por siempre entre nosotros. A Angelina Jolie, si al final la interpreta, no le va a bastar con rellenar la bolsa demasiado ligera de sus huesos, sino que tendrá que incorporar una nueva dulzura de sus rasgos que, con tanta angulosidad marcada por la delgadez, ahora mismo parece demasiado difícil. Van cambiando los cánones, va girando la cámara, y los ojos del público se vuelven ahora a Megan Fox del mismo modo que hace ochenta años lo hicieron hacia Gloria Swanson, o incluso Theda Bara. Sin embargo, Marilyn siempre ha sobrevivido. Sigue siendo el eco de unos sueños, el reverso más bello de la fragilidad.

Nuestra vida sería más triste sin ella, sin que cada verano apareciera un nuevo motivo para pensar en Marilyn en cualquiera de sus películas, por más que prefiramos siempre Vidas rebeldes, junto al último Clark Gable, apurando la vida con el sorbo de sus labios cansados de besar al vacío.

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