"Mataviejos"

Estos neocomunistas tuvieron que forzar el invento de las pintadas tras la desaparición de la dictadura

No es un teórico, pensador o ideólogo de la política que dice practicar, al cabo resulta ser sólo un pragmático de la ocurrencia que en su juego se adapta y se adecúa, a salto de mata. Es un actor que sólo imita la apostura en sus discursos y públicas apariciones y sermoncillos, de manera gestual y a burda imitación y sin recato de los hoy completamente trasnochados y fracasados oradores del extinto, asesino y totalitario comunismo soviético. Aquel comunismo que se formaba, entre hordas de desbocados devotos de Miguel Bakunin y hambrientos hijos de Vladimir Lenin, entre los años diez y veinte de la pasada centuria asaltaban el acorazado Poemkin, aunque después, muy poco después, les encargaron, ilusos y cándidos, parar con sus cuerpos las balas de la fusilería revolucionaria. Sí, aquellos pobres, alienados por una revolución, interesada por unos pocos aprovechados de muchos que, a la postre, se convirtieron en sátrapas oradores pasionales de palabra incontenida y apoyada en un remedo de casi estatuas parlantes e inmensos lagos de sangre y frío, de hambre y muerte. Estos de ahora, que los imitan, son, realmente, una especie de pequeños aprendices, grises saltimbanquis y hueros profesorcillos, fascinados por el comunismo ya inerte, desde la feliz caída del muro de Berlín.

Estos chicos neocomunistas tuvieron que forzar el invento de pintadas y tan enardecidas como biliosas asambleas, tras la desaparición, pactada y socialmente ordenada, de la dictadura del general Franco hacia sistema democrático y en el que, como estamos viendo, cabe de todo -hasta los propios enemigos del sistema de libertades de que gozamos todos- y se han convertido en peligrosos jugadores de no tan infantiles inteligencias, criados con leche de almendras amargas en sus aburguesadas y resentidas casas familiares, donde no les enseñaron algo de respeto y tolerancia.

Ahora el juego va por huir del lugar del que presumió ser elegido -antes de ser desalojado por quien lo nombró- para lanzarse, como un falso Capitán Trueno y parar y cortar el paso -con su subvencionada y comunista espada de acero afilado en Venezuela- contra la enemiga Isabel Díaz Ayuso y a cualesquiera otros que la puedan seguir por los claros caminos de la libertad y la legalidad porque, para eso -y para otras inconfesables cuestiones- cobró buenos y cuantiosos dineros de potencias extranjeras, aunque jueces y fiscales sigan mirando para otro lado.

En su haber, la nada. No, la nada no, el abandono, la dejación, el olvido, la soledad y hasta la muerte de muchos de los ancianos a los que no quiso proteger -siendo su única ocupación encomendada- en el tiempo de esta pandemia terrible. Sí, él quiere ser el nuevo líder de Madrid. Él, que todo lo más llega a ser un irresponsable "Mataviejos". ¿O no?

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