Cambio de sentido

Medicina ambiental

Andalucía cuenta con tres de las seis zonas contaminadas por radioactividad de España

Aquí, el aire es puro. Lo dijo un estudio", comenta padre cuando avistamos desde la carretera el pueblo cordobés de Zuheros. Quizá lo dice por aliviarnos de la noticia que están dando en la radio: el Gobierno Vasco recomienda a los habitantes de Zaldívar no ventilar las casas, ni comer los frutos de la huerta ni beber el agua de los pozos. Dioxinas y furanos del vertedero que se ha derrumbado todo lo emponzoñan. Horas antes, he visto en este su diario la imagen de las 47 cabras muertas en Alcolea del Río tras comer hierba recién fumigada. Ya en casa, busco por internet el estudio al que aludía padre. Es de 2015 y, más que sostener la pureza de estos aires, trata de paliar la intranquilidad de los vecinos de la comarca por el posible impacto ambiental de varias empresas. Buscando esta información encuentro al paso que en esta misma zona han arrojado al campo un centenar de envases de fitosanitarios, y que Villanueva del Arzobispo, en Jaén, lleva años apareciendo en el ranking de los pueblos más contaminados de España. En algo teníamos que ser los primeros: Andalucía tiene el demérito de contar en Hornachuelos con el único almacén de residuos radioactivos de España; con 50.000 metros cúbicos por finalizar de limpiar de plutonio en Palomares; un debate abierto -con gran tensión de intereses- sobre los riesgos para la salud del Polo Químico en Huelva, y de las seis zonas -reconocidas por el Consejo de Seguridad Nuclear- afectadas por radioactividad en todo el país, la mitad están aquí. En mi pueblo, a pesar de sus fértiles huertas, ganan los supermercados al consumo de productos de la agricultura ecológica y del terreno.

Quien quiera continuar negando que la contaminación ambiental es un problema de salud pública va a tener que ir contra las evidencias científicas y las recomendaciones de la OMS. La conocida endocrina Carme Valls-Llobet ofrece en su libro Medioambientey salud (Cátedra, 2018), el análisis riguroso de datos aplastantes y nada halagüeños. Hoy, cualquiera de nosotros presentamos en sangre 300 químicos sintéticos que no tenían nuestros abuelos. En nuestra mano -la misma con la que introducimos el voto y la tarjeta de crédito- está negarnos a la negación. Va siendo urgente exigir - y a todas las administraciones- políticas públicas que limiten la contaminación interna, destinar atención y recursos a la investigación, enseñanza y práctica de la medicina ambiental y no tolerar que miren -en nombre del Dinero- hacia otro lado.

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