Meditar

Deberíamos ponerle nombre propio a las actuaciones polémicas para queden ligadas al de sus promotores

El alcalde está meditando, puede que incluso en este preciso instante, con la mirada perdida en la bahía. La cuestión, presentarse de nuevo o no a la Alcaldía, merece desde luego toda la reflexión, aunque, sin ser un experto en municipalismo, parece cuanto menos curioso el orden de los factores, primero anunciar la decisión y luego meditarla. Pero debe ser así como se resuelven las cosas importantes, no hay más que ver, por ejemplo, su postura de apoyo cerrado al cachotel del puerto, donde sin duda el orden de los factores ha sido el mismo. Y, meditando sobre este asunto, no se si en el orden correcto, me preguntaba si no sería conveniente ponerle el nombre del alcalde al chisme este. Estamos acostumbrados a poner nombres a las cosas solo en honor de personajes admirables e inspiradores, como Pablo Ráez, pero quizá deberíamos barajar ponerle también nombre propio a las actuaciones polémicas, para que quedaran para siempre unidas a sus geniales promotores, algo tipo Cachotorre De la Torre. Quizá le produzca algo de vértigo saber que todo el que contemple esa cosa en mitad de la bahía, por los siglos de los siglos, lo hará acordándose de él.

Incluso podíamos plantearnos que compartiera los honores con sus copartícipes, como Juan Cassá, que en esto de perforarnos el cielo también está completamente de acuerdo con el alcalde, como era de esperar. A Cassá se le puede acusar de muchas cosas, pero nunca de actuar movido por ideas propias, y menos en un tema de vital importancia. Pero el remate, y quizá lo más llamativo de todo, es que el acuerdo también es total con el PSOE, la Junta y la autoridad portuaria. ¿Cómo se han puesto de acuerdo justo en un proyecto tan polémico? Resulta chocante que el alcalde desaproveche una oportunidad como esta de fastidiar los intereses de sus archienemigos, por muy entretenido que esté fastidiando los de Bendodo. Pero, de forma inexplicable, PP y PSOE se han presentado en este asunto al grito de "lejos de nosotros la funesta manía de discrepar", y quizá esto, más que nada, es sobre lo que debiéramos meditar. Quizá hayan visto la luz, tras tantas discusiones inútiles y tantos proyectos bloqueados, con muchas menos sombras que este. O quizá tan solo se deba, una vez más, al fabuloso clima de consenso que suele preceder a la llegada de los ladrillos.

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