El Poliedro
Tacho Rufino
¡No hija, no!
Bloguero de arrabal
De calle se lo llevaban, si hubiera un referéndum después de la despedida en Barajas de la niña que se va a estudiar fuera: una hermana afligida, abrazada a un rey emocionado, y una reina en shock que ve cómo se le escapa el fruto de sus entrañas. El melodrama -cotorreo más o menos sublime, al fin y al cabo- es un tipo de 'relato' que hunde sus raíces en las hermosísimas leyendas mesopotámicas y en los mitos griegos y cristianos. Potente palanca de seducción, de distracción, que ayuda a la gente a sobrellevar los golpes de la fortuna. De él ha sacado provecho el poder. Todo el batiburrillo de dioses y diosas del Olimpo, de edipos, medeas y antígonas, juguetes en manos de un destino funesto que destruye madres, padres e hijos, mantuvo entretenido al mundo clásico mientras que persas y helenos se descuartizaban en sus guerras. Un cristianismo repleto de madres emparejadas con dioses, de padres putativos, magdalenas balsámicas y plañideras a pie de cruz, dando a luz la metáfora de la Redención, ¡tan productiva! Luego, los relatos de amor y muerte de tanto éxito en la Europa medieval: Tristán e Isolda, Arturo y Ginebra. La burguesía puso, inteligentemente, el foco melodramático en la familia monógama y en sus problemas cotidianos, para desviar la atención del público de las luchas obreras. Las novelas por entregas, los fascículos, el folletín fueron sustituyendo a las leyendas y cuentos transmitidos boca a boca. En la Transición, las fuerzas de la cultura, predicábamos los males del melodrama como opio del pueblo. Este bloguero de arrabal conserva todavía el guión de una charla que dio en Montalbán -de título estremecedor: 'Simplemente María, no es inocente'-, en la que denunciaba que ese folletín melodramático, de moda entonces, solo beneficiaba al capital. Mis prédicas no debieron de convencer a muchos cordobeses, porque en 2016 el primer teniente alcalde de la ciudad, de IU, entregó a los actores del melodrama televisivo 'Amar es para siempre' el título de Taberneros de Honor. Manu Baqueiro, Marcelino en la serie, resumió muy bien por qué el cine y la televisión se han rendido al melodrama: "Gracias a él, pago la hipoteca", declaró. Los reyes y sus niñas adolescentes que, como toda familia, tendrán sus diferencias, podrían decir lo mismo: "Comemos de este teátrico". El melodrama goza de excelente salud.
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