AHORA resulta que el déficit de Andalucía podría estar cerca del 3%, casi el triple de ese 1,1, que se exhibía hasta hace un par de meses, y el doble de ese 1,4 que reconoció Griñán en el último debate parlamentario de esta legislatura. Y dicho por la propia Carmen Martínez Aguayo, consejera de Hacienda, 24 horas después de la intervención de su presidente, aunque después lo matizase en un comunicado que mejor se hubiese ahorrado, porque sólo sirvió para crear más confusión. Evidentemente, esto le proporcionó al PP un arma más en esta precampaña. Tanto es así, que se tradujo en una petición para que Griñán renunciase a su candidatura a la Presidencia de la Junta. Cierto es que, contra el vicio de pedir, está la virtud de no dar, pero, tal como están las cosas, lo que más le conviene al PP es que Griñán siga siendo el candidato.

Lo más grave de este asunto, con ser bastante, no es la falta de coordinación entre Griñán y su consejera, o la sospecha de que se hubiese producido una intencionada ocultación o falseamiento de datos. Lo peor es que hasta no hace mucho, y basándose en esa baja cifra de déficit, que no llegaba la 1,3, fijado como tope para las autonomías, la Junta de Andalucía reivindicaba una mayor capacidad de endeudamiento alegando, y en esos momentos, parecía razonable, según sus datos, que tenía todavía un cierto margen de maniobra. Es más, el presupuesto aprobado para 2012, del que se alardeó que crecía con respecto al año anterior, cuando bajaba en la mayoría del resto de comunidades, estaba justificado precisamente en ese déficit inferior al límite fijado.

Si ahora resulta que el déficit es más del doble del tope, es lógico preguntarse qué va a pasar con los presupuestos. Y no hace falta ser un experto en economía pública para darse cuenta de que se han convertido en un papel mojado, porque, antes de comenzar a ejecutarse, tendrán que sufrir un recorte importante. O sea, que han nacido muertos. Todo esto viene a corroborar la sospecha de que, a la hora de hacer los cálculos presupuestarios, primó más la proximidad de los comicios autonómicos y sus efectos electoralistas, lo que invitaba a ciertas alegrías, que la austeridad obligada por unas circunstancias difíciles. La realidad es dura, tan dura como esos 1.248.500 parados que la EPA atribuye a Andalucía, pero, por dura que la verdad sea, mejor es no ocultarla, porque tarde o temprano se vuelve en contra de quien lo hace, ya que cuando se descubre el pastel, se le están dando bazas al adversario, no ya para descalificar una gestión, sino para poner de manifiesto la capacidad de engaño a la que se es capaz de llegar con tal de mantenerse en el poder. Así que, menudo panorama.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios