Crónica levantisca

juan manuel marqués perales

Como Merkel

Nuestro sesgo autoflagelador nos lleva a soslayar que Merkel y los 'länder' llevan meses de broncas sonoras y desacuerdos

España es el país con más baja autoestima del mundo en términos relativos. No hay otro que refleje una diferencia tan grande entre las valoraciones que hacen de sí sus nacionales y los extranjeros; somos, por así decirlo, el anverso de los argentinos. El pobre de Federico Gravina se desgañitó ante Villaneuve para que la flota franco-española no partiese de Cádiz para plantarle cara a Nelson, porque estaba destrozada, porque no había hombres y porque el francés sólo buscaba salvarse de la purga de Napoléon. Londres tiene en Trafalgar una de sus grandes plazas, pero el alcalde de Palma le quita a Gravina el nombre de una calle por franquista. Hombre, hágalo con otro argumento, pero no incurra en tan cenutria anacronía que va a terminar por prohibir la impresión de los Episodios Nacionales de Galdós por imperialistas.

España es un país tan fuerte que ha parido a las dos Españas, incluso una Tercera España, pero los poetas fundacionales del 98 se angustiaban al cuestionar su existencia. España es como el tenedor o como la rueda: no hay cacharro nuevo que la sustituya.

Pero somos los peores del corral, los últimos de la fila, donde menos vacunas se ponen, donde muere más gente por Covid, donde los políticos roban más, donde llueve menos, donde se ha matado más, donde todos engañan y donde los jóvenes se escapan porque no hay futuro. Qué país.

Tengo la opinión de que el común de los españoles admira a Angela Merkel y a su laborioso país. Desde el inicio de esta pandemia hemos elogiado lo, maravillosamente, bien que la canciller y los länder se coordinan contra la pandemia frente a lo que juzgamos como el caos de la España de las autonomías. Nuestro sesgo autoflagelador nos lleva a soslayar que Merkel y los jefes de las regiones llevan meses de broncas sonoras, de cuestionamientos mutuos y de horas y horas de reuniones. Este desencuentro estalló la noche del lunes, cuando la canciller intervino en televisión a las 3 de la madrugada -una hora muy de la España de antes- para anunciar que hasta ahí había llegado, que Alemania cerraba toda la actividad económica, menos la esencial, durante cinco días de Semana Santa.

Aplausos hispanos, donde siempre se aplaude contra alguien.

Doce horas después, la canciller tuvo que rectificar, no había alemán que entendiese la medida, está confusos de tantas órdenes contrictorias, de tantas idas y venidas... Como a todos, de esto ya sólo nos salvará la vacunación masiva. No hay otra.

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