Miopes

Sólo hace falta que alguien encienda la mecha y de pirómanos está la política llena

Supongo que hoy, como ayer, toca hablar de Cataluña. Y con ella, del resto de España. Ni que decir tengo que no me apetece lo más mínimo hacerlo por tercera semana consecutiva, sabiendo como sé, que serán muchas más las que habrá que escribir sobre ello. Y confieso que visto lo visto, no se me ocurre mucho que decir salvo que preferiría no haberlo visto jamás. Quizás sea porque quienes quieren escribir una página de la historia de su país no inspiran mucha confianza en que no volvamos a repetir las que ya leímos. A la épica nacionalista, sea del color que sea, le sientan bien las tragedias aunque pocos teóricos de la revolución hayan defendido las barricadas a pie de calle. Discutir si el domingo se vivió un referéndum, da igual su legitimidad o legalidad, es tan absurdo como irrelevante. Todos sabemos que no lo fue. Tanto el Gobierno como el Govern, cuyos hechos diferenciales se reducen a una v y dos vocales de más o menos. Como sabemos que ese no era el objetivo. Que el objetivo era presentar una movilización masiva de papeletas cuyo recuento, fuera el que fuera, sería suficiente para enarbolar la bandera del independentismo. Suerte tuvimos de que acabase como acabó. El resultado de poner a decenas de policías frente a cientos de manifestantes es de manual. Sólo hace falta que alguien encienda la mecha y de pirómanos está la política llena. La táctica alternativa seguida por ese mosso que preguntó si podía llevarse las urnas por las buenas sólo conduce al bar a donde fue a ahogar sus penas en café ante el dolor del deber no cumplido. Pensar que 12.000 agentes podían mantener cerrados más de dos mil colegios electorales es ignorar que la división arroja menos de seis policías por centro. Que cerraran 92, según Interior, o 319 según el Govern, es lo mismo: una prueba de la eficiencia de una tropa a la que se le mandó a una misión imposible.

El independentismo tenía dos estrategias: votar o montar un pollo callejero capaz de darles la repercusión internacional que no habían logrado hasta la fecha; y la gestión del 1-O se lo puso muy fácil. Hecho balance de la jornada, la deriva parece que los conducirá a forzar aún más la máquina. Aparentemente todos reman en la misma dirección mientras que enfrente se alza un coro de gallos de corral. Lo único que ambas partes comparten es la visión más miope posible de sus respectivas patrias.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios