la ciudad y los días

Carlos Colón

El Moisés político de la derecha

SI quisiera poner pocos nombres propios a los arquitectos del frágil edificio de la Transición, que sin embargo tan duraderos frutos democráticos ha dado, serían los de Juan Carlos I, Suárez, Fraga, Carrillo y González. De los cinco, únicamente el último estaba libre de pecado totalitario original. El Rey fue nombrado por Franco y juró los Principios del Movimiento. Suárez fue procurador en Cortes, gobernador civil, director de RTVE y vicesecretario general del Movimiento.

Carrillo vivió con responsabilidades políticas el Madrid de las checas y militó en el estalinismo, aunque después evolucionara al eurocomunismo. Fraga, no hace falta recordarlo estos días en los que tanto se repasa su vida, fue uno de los más populares ministros y embajadores del franquismo.

Hay medios de la derecha cazurra que se complacen en recordar el pasado chequista y estalinista de Carrillo. Hay medios de la izquierda vacaburra que se han complacido estos días -a una cierta izquierda española le gusta estoquear toros muertos- en resaltar todos los deméritos franquistas de Fraga y minimizar sus méritos democráticos.

Obviando que si pueden hacerlo, es decir, si pueden disfrutar de la libertad de prensa propia de la democracia, es gracias a estos hombres que por ambición, estrategia, cálculo o sentido del Estado -quizás de todo a la vez: la naturaleza humana es compleja- rectificaron posiciones anteriores, se tendieron la mano y entre todos -ellos, otros muchos y el pueblo español- hicieron posible la transición pacífica de la dictadura a la democracia. Esto es lo que interesa de ellos: lo que les debemos, no lo que ellos deban a la historia por sus anteriores actuaciones.

Fraga intentó limarle las uñas al monstruo del Régimen en los años 60, pero como parte de su propio cuerpo. De otra forma hubiera sido imposible, y de ésta, también. Fracasó. En 1976 volvió a fracasar cuando el Rey encargó a Suárez, en vez de a él, la formación del Gobierno que desmanteló el Régimen. En 1977 fracasó por tercera vez al obtener sólo el 8.21% de votos frente al 34.44% de Suárez, que tuvo el honor de dirigir el proceso constituyente. En las del 79 descendió al 6%; en las del 82 y el 86 -sumando ya los votos de UCD- logró remontar al 26%. En el 89 refundó su partido como el actual PP, se retiró, puso a Aznar al frente y con ello abrió el camino al triunfo electoral de 1996.

Sus fracasos electorales no son nada comparados con su éxito: darle a España, junto a Suárez, la derecha democrática que jamás tuvo. Como un Moisés político, no pisó la tierra prometida de la Moncloa. Pero su contribución a nuestra democracia fue decisiva.

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