El puchero

Teresa Santos

Momentos adversos

LO recibió el diciembre cálido de Málaga y los amantes de la ciencia. Disfrutaron lo suyo escuchando su relato. Participó en una de las conferencias de los sábados que organiza el Centro Principia. Fue el 17 de diciembre, el mismo día que 100 años antes, una expedición, con un hombre al frente, el noruego Roald Amundsen, consiguiera conquistar el Polo Sur colocando en el que intuía era su centro geográfico una pequeña tienda "la casa el polo" y, sobre ella, la bandera de su país. Le había ganado la batalla a otro gran explorador, Robert Scott, que llegó un mes después y que no logró sobrevivir a la aventura. Javier Cacho, científico que formó parte de la primera expedición española a la Antártida y jefe durante varias campañas de la base antártica española Juan Carlos I, fue invitado por Principia para hablar del último gran desafío, la carrera hacia el Polo Sur. Cacho ha plasmado en un libro su estudió metódico sobre las dos expediciones que se lo propusieron: Amundsen-Scott: Duelo en la Antártida.

Esa mañana en Principia fueron muchas las reflexiones que Javier Cacho dejó sobre la mesa. Primera, que para cualquier hazaña, hay que prepararse afinando bien en los detalles. Cacho hablaba del continente helado, de su belleza, de la crudeza de tu clima, de cómo se pagan los errores, de que la naturaleza no perdona, y yo pensaba en nuestra ciudad, en sus parados de larga duración, en tantos y tantos jóvenes que dejaron sus estudios por lanzarse a la aventura del ladrillo…

El peligro acecha, consiste en no pensar, y parece que solo somos capaces de proyectarnos hacia el futuro programando en situaciones límite. Ahora, en plena crisis, las aulas de adultos están llenas de jóvenes de 20 años dispuestos a repensar su futuro.

El mensaje más importante de aquel sábado en Principia llegó después con la tertulia. Lo que más gusta de contar a este científico es que además la Antártida es un nuevo experimento de convivencia en el único continente de la tierra donde no hay fronteras, donde las estrellas son los científicos, pero todo el que está allí se siente importante porque así le hacen sentirle los demás. Hay 80 bases abiertas a científicos de todo el mundo, dos de ellas españolas. Según Javier Cacho, las relaciones entre las personas no se parecen en nada a las que se producen en el resto del planeta. Puede que lo dé ese medio ambiente adverso y peligroso, y que parta de ahí esa sensación de pertenencia a una especie que se da entre los seres humanos. Una sensación capaz de saltar barreras de cultura o de idioma y que se traduce en una auténtica fraternidad.

"No como aquí, qué bonita es la Navidad… Allí esa fraternidad se materializa. Prima la solidaridad sobre la supervivencia. Cuando hay una emergencia todo el mundo sale al rescate sin plantearse si volverá. Como los cuatro científicos de la estación G, que está hoy como la dejaron hace 40 años, cuando uno de ellos tuvo un accidente al caer en una grieta y todos murieron intentando el rescate".

Este es un momento adverso, aunque no vivamos en la Antártida. Ahí queda el mensaje de Javier Cacho, para quien lo quiera recoger.

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