El palabro en boga es monetizar. Hacer moneda, pasta gansa. Término aparejado al de sostenibilidad, cajón desastre que tanto se aplica al medioambiente como a la economía que nos desvela. Y al final del todo, donde se escurren los euros en letra pequeña viene la publicidad como tabla de salvación, los anuncios que sufragan la emisión, en teoría gratuita para el espectador de las cadenas de televisión y los inventos como YouTube o Twitch que cada vez te fríen con más comerciales. Las plataformas de streaming de video bajo demanda tipo Movistar Plus, Netflix, Amazon Prime o HBO para bajar el importe de las cuotas contemplan incluir más anuncios. Cuando algo es gratis el producto eres tú, tus datos que analizados en grandes bloques de Big Data pueden predecir e influir en las pautas de consumo mercantil e ideológico, puro Gran Hermano vigilante de George Orwell. Ahora lo que toca es acongojar al personal con el calentamiento global en la cumbre egipciaca a la que los dirigentes del mundo mundial se han personado en muy contaminante avión. Menos mal que noviembre se está tiñendo de otoño y las sandalias dan paso al calcetín porque esto es un sinvivir. Un desquicie viral. A los activistas climáticos les ha dado por "atentar" contra obras de arte. En Madrid le tocó al Museo del Prado. Una pareja de fanatizados de Futuro Vegetal se arrimó con pegamento instantáneo a los marcos de las Majas de Goya. Un montaje clónico para salir por la tele, las redes sociales y de paso sacarse una foto en el Instagram de la comisaría. Andalucía ha utilizado esto del invierno más cálido como reclamo en la World Travel Market de Londres. Al principio de la era del coronabicho, que nos ha trastornado tanto, echamos el anzuelo a los nómadas digitales. Ahora tiramos la caña a los jubilados de Invernalia para que estiren su pensión ahorrando en calefacción. Y eso que en los inviernos de Cenacheriland se pasa un frío de moquero porque la mayoría de las viviendas cuentan con un aislamiento térmico deficiente. Gozo que va por barrios y turistas. El fin de semana pasado tuve que atender en plan cicerone a unos familiares muy cercanos y la sensación que se llevaron fue excelente. Como no son neotiesos, quedaron fascinados por la temperatura, la arquitectura, el ambiente festivo, la gastronomía, el comercio y los buenos precios de Cenacheriland, fitetú.

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