Monumento al transfuguismo

La deslealtad y la traición siempre serán difíciles de erradicar de la actividad pública

La deslealtad y la traición siempre serán difíciles de erradicar de la actividad pública. Nunca faltarán personas que incumpliendo sus compromisos traten de usar la posición conseguida mediante el esfuerzo de muchos en beneficio propio. Estos individuos dañan el ya escaso y maltratado prestigio de la acción política, pero, por condenables que sean, se perderían en la anécdota si los partidos políticos no los convirtieran en instrumentos estratégicos para conquistar o mantenerse en el poder. Por eso, todos los pactos realizados sobre el transfuguismo han estado condenados al más absoluto fracaso, porque llegado el momento es fácil olvidar los discursos, la ética y los compromisos y, ante la posibilidad de mejorar la posición política del partido, rendirse al chantaje y exigencias de los desleales.

En esta línea de olvidar criterios de rigor y dignidad política, en el Ayuntamiento de Málaga se perpetró la semana pasada un verdadero monumento a mayor gloria y reconocimiento del transfuguismo más ramplón. El concejal Juan Cassá, proveniente del decaído partido de C's y que a estas alturas solo se representa a sí mismo, consiguió cerrar su sorprendente carrera de aventajado tránsfuga, que durante este tiempo le ha permitido conseguir inexplicables y sorprendentes niveles de reconocimiento y representación, tanto en el Ayuntamiento como en la Diputación provincial. Todo ello, en un acto público con un despliegue de boato y solemnidad impropios del vergonzoso y espurio contenido del acuerdo. Es difícil de valorar el alcance del pacto alcanzado, del cual no ha trascendido ni un solo compromiso, ni una sola actuación, ni una sola propuesta, más allá de la proclamación de obediencia fiel y constante del edil a los dictados del alcalde, con la sola contrapartida de conseguirle al firmante la visibilidad y presencia mediática suficiente para mantenerse en el mercado político, donde por lo visto pretende continuar. Y con tan escasos elementos de ética y coherencia, al alcalde, enfundado en su bien adquirido prestigio de hombre recto, formal, correcto y educado, no le importó tirarlo por la borda con tal de garantizarse un cómodo final de mandato. Y así comparecieron los dos (bien recogidos en las imágenes de este periódico): al fondo del plano, el concejal de pie, satisfecho y erguido; y en primera instancia, el alcalde firmando el supuesto acuerdo, ante una mesa y sentado en una silla, aunque moralmente estaba de rodillas.

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