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rafael / sánchez Saus

Mosaico podemita

KICHI no usa gomina. Tampoco parece que Manuela Carmena o la Colau se dejen mucho en la peluquería, pero menos aún gasta el también podemita alcalde de Zaragoza, Pedro Santisteve, quien, a pesar de la exigencia del Pleno, se ha negado a devolver los 15,90 euros gastados rumbosa y municipalmente en tan imprescindible ungüento, con la tesis de que su obligación es estar "presentable y decente".

Santisteve, abogado y profesor, no tiene, que se sepa, negocios dudosos ni ha sido acusado de ello por trabajadores despedidos y estafados. Tampoco es ese el caso de Ada Colau o de José María González, pero no tanto el de Manuela Carmena. Ya son conocidas las andanzas de su esposo y la forma en que dejó a la intemperie, con la colaboración de la ex jueza, que puso a su nombre todo el patrimonio familiar, a sus empleados cuando decidió cerrar su estudio de arquitectura. Hace una semana, un juzgado madrileño ha admitido la querella contra la pareja por presunto delito penal contra los derechos de los trabajadores y por alzamiento de bienes.

La señora de Kichi, la bella y poderosa Tere, tiene un puesto estupendo en el Hospital de las Cinco Llagas; Santisteve habla en entrevistas de su ex como "la madre de su hija", de modo que no debe preocuparse mucho por su suerte; doña Manuela lo da todo, hasta el punto de verse de nuevo en los juzgados, por su marido, pero nadie le llega al tobillo a la Ada Colau, que no tardó una semana en colocar bien colocado a su compañero, "economista con alta cualificación y experiencia" según la alcaldesa enamorada. Hasta hoy.

¿Y Kichi? Del alcalde de Cádiz no hablo porque nada podría añadir que ustedes no sepan de largo, pero no creo que desentone en este poco ejemplar mosaico de alcaldes podemitas, y si no que les pregunten a los familiares de los presos políticos venezolanos vejados por este mitómano liberado de la tiza que se cree Salvochea. Si los alcaldes de Zaragoza, Madrid, Barcelona o Cádiz de cualquier otro color no morado hubieran cometido las tropelías, abusos y ridiculeces de los que esta columna es pálido reflejo, serían hoy cadáveres políticos, pasto de buitres televisivos y redes sociales. Nada puede animar más a Iglesias y sus comandantes que este panorama de impunidad que alimenta su certeza de que, pase lo que pase en los próximos días y semanas en la Carrera de San Jerónimo, el futuro les pertenece.

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