Hace una semana dedicaba esta misma columnita a la cara de tonto que se te queda cuando el Ayuntamiento decide regalar un suelo valorado en 750.000 euros en pleno centro histórico a una cofradía mientras los ciudadanos de a pie pagamos religiosamente por servicios municipales que o no funcionan bien o directamente no funcionan. Y resulta curioso, por decir algo, el modo en que se ha desarrollado desde entonces el asunto de los mosquitos de Guadalmar, Sacaba y San Julián, con un número nada desdeñable de vecinos acribillados y encerrados y con la Junta y el Consistorio haciendo oídos sordos o yendo cada uno por su lado, lo que vendría a ser lo mismo. Le invade a uno cierta vergüenza después de comprobar cómo la ciudad en la que vive es incapaz no ya de solucionar un problema, sino de mostrar un mínimo interés. Hay actuaciones concretas que podrían hacerse y no se hacen, pero cabe suponer que los malagueños que viven en el entorno de la desembocadura del Guadalhorce pagan el IBI y demás impuestos como el resto del personal; se entiende que lo que uno deja de percibir al mes, que no es precisamente poco, debería servir para tener garantizada cierta protección cuando las cosas se pongan feas. Y sin embargo ya ven, la mascá parece ser más útil cedida a mayor gloria de una cofradía que levantará a la salud de los mosquitos una casa hermandad descomunal (atentando de paso contra el perfil del centro, pero tranquilos que aquí no hace falta cambiar el Pepri) en un solar cedido por todos los malagueños. Lo que da más vergüenza, eso sí, es que desde el Ayuntamiento alguien tenga la boca lo suficientemente grande como para culpar a los propios vecinos de la presencia de los puñeteros mosquitos por su manía de regar las macetas de forma tan abundante. ¿En qué tebeo de Mortadelo y Filemón han leído algo así? ¿Dónde está la cámara? Si se trata de un chiste, tiene poca gracia. La misma que tiene contribuir al sostenimiento de cualquier cosa, caprichos incluidos, mientras que para lo verdaderamente urgente siempre se está pidiendo más tiempo. Así, no.

Porque de todo esto no hay más remedio que extraer una conclusión: para el Ayuntamiento de Málaga y para la Junta de Andalucía hay una distinción clara entre ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. Si perteneces a una cofradía, pero una cofradía de postín, fetén, de las de toda la vida, con tu escudo en la solapa y la medalla al cuello, y si encima disfrutas de la primera fila con opción a la tribuna oficial, es bastante probable que tarde o temprano caiga algo: mientras quede teta, habrá vaca. Pero si eres un pringado que se levanta bien temprano a trabajar y a llevar a los niños al colegio, si llegas a fin de mes con el agua al cuello, si nadie te regala nada y no llevas encima más carnet que el de identidad, lo mejor será rezar para que no pase nada, porque si pasa te vas a quedar solo y nadie va a dar la cara por ti. Los populismos son un asco, pero ésta no es la mejor forma de evitarlos. Se suponía que la política era otra cosa. Pero va a ser que uno es un estúpido idealista. Ahí le han dado.

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