"Mudanzas Casado, SL"

El Partido Popular arrastra desde hace tiempo otra grave confusión que tendría que resolver

Se llama síndrome poselectoral a los efectos que generan unos comicios cuando los resultados son aún peores de lo que se temían los más pesimistas. Es un proceso que cursa sin dolor físico, pero que puede causar cierto desconcierto mental. Estos síntomas son las que, entre otros, pueden estar afectando a la dirección del PP. Si no, no se explica que, una vez reconocidos los malos resultados que cosecharon el pasado domingo en Cataluña, la reacción inmediata haya sido buscar responsables y causas allí donde no están. Y, claro, si resulta que los culpables del descalabro son los fiscales, el gobierno, Bárcenas y los medios de comunicación, las medidas para atajar esta sangría tenían que ir por parecidos y desacertados derroteros. Solo desde este desenfoque inicial se puede llegar a la conclusión de que una de las medidas para evitar males futuros es cerrar Génova y buscar urgentemente otra sede. En el fondo, lo que con esta idea está proponiendo el líder popular a la ciudadanía española es que acepten una amnesia parcial, como si la memoria colectiva fuera moldeable y manipulable con gestos y mudanzas. Más efectiva que ese sorprendente cambio de sede, que a tantas bromas se presta y que desoye el sabio consejo del santo de Loyola de que "en tiempos de desolación no hacer mudanzas", sería admitir los hechos que ya todo el mundo conoce, pedir perdón por lo ocurrido y demostrar con hechos incontrovertibles que esas prácticas corruptas tendrán su efectivo, público y veraz rechazo. Pero no, Pablo Casado ha creído que es precisamente ahora, cuando las tribulaciones cercan a su partido, el momento de confiar en que una agencia de mudanzas pueda solucionar sus problemas, en vez de analizar cuáles han podido ser sus errores en Cataluña.

Porque de las múltiples lecturas de las elecciones catalanas, una de ellas es que dentro del sector constitucionalista hay una amplia mayoría que se inclina por abandonar la confrontación como única baza política y promover soluciones dialogadas. Y la minoría que entiende que es el enfrentamiento la única postura válida ya ha encontrado otro partido para canalizar mejor sus vehemencias. Pero el PP arrastra desde hace tiempo otra grave confusión que tendría que resolver: debe decidir de una vez por todas si sus esfuerzos han de dirigirse a intentar solucionar el problema político de Cataluña o va a seguir utilizándolo en el resto de España como arma dialéctica contra el gobierno. Esa sí sería la gran mudanza.

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