Mujeres lectoras

Algunos autores describieron muy bien la psique de la mujer, quizás porque supieron escuchar su parte femenina

Con frecuencia, cuando se recorre un museo, al llegar a las salas de los siglos XVIII y XIX, es raro no encontrar un cuadro con una mujer leyendo. Pero cabe la sospecha que, frente a la interpretación convencional, aquellas protagonistas pintadas no leían para cultivarse. Más bien trataban de escapar de una vida rutinaria y melancólica, buscando, a través de los libros imaginarse un horizonte más atractivo. Cuando menos así es como describía Flaubert a su protagonista, Madame Bovary, en una novela que ha servido de modelo para tantas mujeres que ambicionaban tener otra vida y otros alicientes. Porque la propia Madame Bovary, gracias a la lectura, había logrado romper con la monótona atmósfera familiar y adentrarse por senderos amorosos menos transitados, igual que habían hecho las heroínas de las novelas que ella devoraba tras los visillos de su triste casa. A Madame Bovary como a tantas mujeres de papel (la Regenta y Ana Karenina, entre otras muchas) fue leer el mayor estímulo para que se dispusieran a emprender otras aventuras personales. Ese ejemplo cundió y hay que reconocerle, a la novela, esa función liberadora. Bien lo captaron los guardianes de almas de entonces que las consideraban obras poco edificantes y, más, si eran leídas en soledad.

Transcurridos casi dos siglos, las mujeres -cada vez más dueñas, por fortuna, de los espacios públicos e incluso de gran parte de los privados- no necesitan refugiarse ya, en un rincón, para leer. La calle, la prensa, la conversación, se han convertido en escuelas tan pedagógicas como el libro. Pero no conviene olvidar el papel iniciático desempeñado antes por aquellas narraciones no por inventadas menos eficaces para una imaginación necesitada de ilusiones. Incluso aunque los autores fueran hombres, algunos (Flaubert, Clarín, Tolstoi, Mérimée con su Carmen) describieron muy bien la psique de la mujer, quizás porque supieron escuchar la parte femenina que, según Freud, todo hombre lleva dentro. Después han venido años en los que la autoría masculina ha perdido relevancia, y el "segundo sexo" se ha mostrado más que autosuficiente para hablar de sí mismo, pero no estaría de más que el lado masculino que también habita en toda mujer, apreciara el juego literario propiciado por aquellos novelistas masculinos que pusieron el mayor empeño en dar voz a mujeres en trance de liberarse y escapar de un mundo tan cerrado.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios