Sucede, todavía, que en materia urbanística las circunstancias particulares ganan mucha más atención que las esencias inmanentes; podría decirse, en virtud de un lema tan repipi, que los árboles no dejan ver el bosque y nos quedamos tan panchos. El problema último no es tanto que se derribe o no La Mundial, ni siquiera que se construya o no el hotel de Rafael Moneo en el Hoyo de Esparteros, sino la idea de ciudad que cada alternativa al respecto lleva implícita. Porque es aquí donde residen las consecuencias perdurables: hablamos de una zona tan caótica en su forma como sensible en el fondo, un acceso al centro histórico (si es que en Málaga tenemos algo semejante) que supone, en muchos casos, la primera impresión del mismo. De manera que lo que se ponga aquí servirá, inevitablemente, de declaración de intenciones respecto a lo que quepa esperar de futuras actuaciones en el entorno. Como han dejado bien claro el Ayuntamiento y los promotores del futuro hotel, el valor patrimonial de La Mundial es el que es; pero reducir la calidad patrimonial de un elemento cualquiera a lo que indique su catalogación oficial implica entrar en el juego con una óptica tan reducida como interesada. Si quienes tienen poder de decisión confunden a conciencia valor y precio tienen razones notables para hacerlo; y sí, podemos mandar a hacer gárgaras todo lo relativo a memoria e identidad (como suele hacerse en Málaga con sobrada alegría, por otra parte), pero igual estaría bien admitir la asunción del sesgo, así como la evidencia de que una Mundial trasplantada al lado de un hotel de diez plantas, muy a pesar de la preservación de las piezas históricas de valor, servirá más de placebo consolador (como quien observa a un gorila en un zoo) que de salvación categórica del edificio, tal y como pretende Francisco de la Torre. Así, sin consideración alguna respecto al discurso histórico que Málaga conserva a duras penas en sus calles, no hay que ser un lince para saber qué vendrá tras La Mundial.

Sostiene también el alcalde que el hotel proyectado es la única solución posible para la zona. Y, bien, lo es seguro en un orden de aprovechamiento turístico, pero en un área que pide a gritos un mayor esparcimiento peatonal en dirección al centro tal vez se podrían haber puesto sobre la mesa otras opciones seguramente menos rentables de manera inmediata pero a la larga más favorables al reconocimiento de Málaga como la ciudad coqueta, mediterránea y encantadora que fue en su día: un paradigma en el que La Mundial, como signo visible de esta Málaga, sea cual sea la liga patrimonial en la que milite, bien podría haber encontrado un lugar razonable sin necesidad de trasplantes. De cualquier forma, lo que habrá después serán, claro, más hoteles, más alturas y la transformación del centro en esa city financiera y hotelera por la que nuestros prebostes, al parecer, se frotan las manos. O, lo que es lo mismo, una Málaga sin malagueños. De eso se trata.

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