Editorial

El estado de la Nación y del PSOE

LAS circunstancias políticas se han conjurado para convertir el Debate sobre el estado de la Nación, celebrado ayer, en el primer acto de una larga campaña electoral que se abre con los comicios andaluces del 22-M y se cerrará con la convocatoria de elecciones generales, probablemente a final de año. La singularidad del debate ha venido también marcada por un escenario político abiertamente diferente al de debates anteriores debido, sobre todo, a la irrupción con fuerza de dos nuevas formaciones, Podemos y Ciudadanos, que augura, de confirmarse en las urnas, el final de un prolongado periodo de hegemonía bipartidista en la que, desde 1996, PP y PSOE se han alternado de forma invariable y con diversas modalidades en el disfrute del poder político. En este contexto hay que destacar, igualmente, la situación de crisis que atraviesa uno de los dos polos de ese dominio, el PSOE, dotado de un liderazgo que tiene menos de un año de existencia y que se enfrenta a un serio cuestionamiento de su hegemonía por parte de otras organizaciones de izquierdas. Mientras Mariano Rajoy llegaba al debate parapetado tras la mayoría absoluta en el Congreso y en el Senado y un respaldo unánime de su partido, la alternativa socialista se presentaba damnificada por la citada crisis y las dificultades que sufre el secretario general del partido para imponer su liderazgo incluso dentro de sus filas. Así las cosas, el discurso de Rajoy fue un avance de la oferta que hará el PP a los ciudadanos en las contiendas electorales previstas: eludido el rescate y asumidos los sacrificios innegables que han recaído sobre amplios sectores sociales, ahora la economía española ha pasado su peor trance, crea empleo y experimenta un crecimiento superior a la media europea. Eso es lo que permite al presidente anunciar, como hizo, una serie de medidas destinadas a compensar a las clases medias y bajas castigadas por la austeridad y las reformas. Prácticamente, un programa electoral más atractivo que el de 2011 (y es de esperar que más realizable). Frente a esta concreción en los datos de situación y en las iniciativas a incluir en el programa, la alternativa socialista no fue capaz de oponer más que un discurso ideológico centrado en la dialéctica derecha-izquierda, lleno de vagas buenas intenciones y más prisionero de los papeles preparados que atento a las propuestas concretas que desde el Gobierno se explicitaban. Si el cara a cara de ayer era la mejor oportunidad que tenía Pedro Sánchez para reforzar su liderazgo y consolidar la alternativa al centroderecha como la única posible, se puede afirmar que no la aprovechó. Tampoco está claro que vaya a disponer de otras.

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