La respuesta del alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, al informe del OMAU que alerta de la "patológica" dependencia del turismo que acusa la ciudad en materia económica fue ni más ni menos que la esperada: negar la mayor y rechazar que exista tal dependencia. Al cabo, que los políticos actúen tal y como se espera de ellos resulta reconfortante; si De la Torre hubiera replicado que bueno, que tal vez, que se lo va a pensar, tendríamos que haber hecho sonar las alarmas. La cuestión es que si no existe tal dependencia resulta difícil justificar que el Ayuntamiento haya gastado cerca de un millón de euros, con la intención de invertir ahora otros cinco, en un plan para movilizar a los vecinos de los barrios con tal de que ocupen las infraestructuras hosteleras que se han quedado vacías sin turistas y cuyos frutos han sido, hasta ahora, escasos por no decir nulos. Lo curioso es que el alcalde no llegó a aclarar cuáles son los otros sectores productivos que erosionan, restan o directamente anulan la dependencia unitaria del turismo. Afirmó que Málaga es una ciudad atractiva para los turistas, también para los malagueños, y que él no tiene la culpa de eso. Y hombre, claro, estamos de acuerdo. Este bendito rincón del Mediterráneo es una mina de oro a la hora de convocar visitantes, lo que nadie pone en duda y lo que debe volver a funcionar cuanto antes. Pero ése no es el quid. Lo que el OMAU señala es que la economía malagueña depende en exceso de una sola vía de ingresos y que si, como ahora, esa vía se resiente, las consecuencias pueden ser catastróficas no sólo para el sector turístico, sino para la economía y el empleo en su conjunto; y que si Málaga decide apostar por otros posibles tejidos y por una economía más diversificada, las fortalezas y los márgenes de reacción en épocas difíciles serán mayores. Las consecuencias sociales, en forma de gentrificación, desplazamiento de vecinos, subida inasumible de los precios del alquiler de viviendas y las malas tendencias que conducen a una ciudad incómoda y poco amable merecen un debate aparte.

En una intervención reciente en el Congreso de los Diputados, el portavoz del PNV, Iñaki Esteban, recomendaba al Gobierno que invirtiera lo necesario de los fondos europeos de reconstrucción en planes de industrialización. Es cierto que hablamos de competencias centralizadas, pero también los Ayuntamientos pueden estimular políticas en ese sentido. También es verdad que no podemos hablar de industrialización hoy igual que lo hacíamos hace veinte años, pero que De la Torre se refiera a no sé qué ejecutivos belgas de importantes empresas tecnológicas que al parecer arden en deseos de venirse a trabajar a Málaga por el buen clima no responde, me temo, a la alternativa productiva que Málaga necesita para robustecer su economía. Respecto a la industria, algo podemos aprender de nuestros vecinos portugueses y su plan posterior a la crisis: hoy compramos móviles caros, pero también seguimos vistiendo faldas y pantalones y llevando el coche al taller. Por ejemplo.

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