Valor añadido

Carmen Calleja

Neira, otra vez

JESÚS Neira ha sido condenado por conducir ebrio. Él no niega la forma incontrolada en que circulaba; pero sí que la causa fuera el alcohol. Estamos otra vez ante comportamientos muy inapropiados de este personaje. Neira es famoso por haber sido agredido, como consecuencia de su intervención en defensa de una mujer que supuestamente estaba siendo objeto de malos tratos.

Como en otros casos de víctimas o de familiares de éstas, Neira fue condecorado, reconocido e investido de un cargo público. Todo ello por una actitud que se consideró heroica, quizás sobre todo por las lesiones que sufrió al ser agredido por la persona a la que reconvino. No es el único caso en que algún partido oportunista recluta para sus filas a víctimas o familiares de éstas, ya sean de delitos de terrorismo o de delitos comunes. Lo califico de actitud oportunista porque, en realidad, se está queriendo aprovechar una popularidad y una corriente de simpatía del gran público hacia esas personas para atraer futuros votos.

De hecho, lo que se demuestra es una gran irresponsabilidad con la cosa pública. Porque el ser víctima de una injusta agresión, o ser familiar de alguien vilmente asesinado, no acredita capacidad para los asuntos públicos. Antes al contrario, estas personas padecen una lógica pérdida de la ecuanimidad y de neutralidad que les invalida para aportar sensatez y buen criterio al interés general. Su comprensible afán de obtener resarcimiento les lleva a posturas las más de las veces contrarias al orden constitucional. Lo extraordinario es que una persona en tales circunstancias mantenga un juicio ponderado ante los asuntos públicos. Hay casos, pero se trata de personas que ya antes del infortunio tenían una ideología y no de conversos a cambiar las leyes (hasta entonces vistas con gran indiferencia) para que desgracias como la suya sean más duramente castigadas, aunque sea vulnerando con ello derechos humanos básicos e irrenunciables. Hemos llegado a ver pedir la aplicación de la tortura para obtener la confesión de un inculpado en un atroz asesinato.

En el caso de Neira la presidenta de la Comunidad de Madrid tiene una difícil papeleta. Un consejero de su Gobierno ha dicho que Neira debería dimitir del cargo que ostenta en esa comunidad. Dado su carácter iracundo y su incapacidad para admitir sus propios errores, Neira ha dicho que Aguirre tendría que cesarlo para que abandone su cargo. Si Neira debería dimitir, Neira debería ser destituido. Porque ser cargo público debe estar en función de la capacidad para ejercerlo y no del criterio del interesado.

Dejemos a las víctimas, famosas o no, en su ámbito privado. Démosles la protección que merecen en el Estado de Derecho. Y seamos más serios con los asuntos públicos.

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