EL Nobel de la Paz se acredita a sí mismo. Después de haberle dado el premio al presidente Obama hace cinco años, sin que ni entonces ni ahora sepamos el motivo, en 2014 los distinguidos son una joven paquistaní de 17 años y un indio de 60 que han destacado por luchar contra la explotación a los niños y por su derecho a la educación. Lo de Obama fue una frivolidad; esto es una cosa seria. Niños. (Serrat, en Esos locos bajitos ya nos decía que cargan con nuestros dioses y nuestro idioma, nuestros rencores y nuestro porvenir; que nos empeñamos en dirigir sus vidas, sin saber el oficio y sin vocación).

Satyarthi dirige una organización que ha librado a más de 80.000 niños de toda forma de esclavitud y los ha escolarizado. Dice que le queda mucho por hacer. Según las estadísticas oficiales de la India hay 11 millones de niños trabajando en condiciones inhumanas. Pero el premio Nobel sostiene que son al menos 60 millones.

El caso de Malala, en Pakistán, es heroico. Con sólo 12 años ya escribió un blog en la web de la BBC, con seudónimo, explicando cómo era la vida en su país bajo el régimen talibán. Su sueño es que todos los niños del mundo puedan ir a la escuela, porque es un derecho básico. Pero, además, a su causa se suma el derecho de las niñas, a las que los fundamentalistas paquistaníes prohibieron ir al colegio, condenándolas a vivir sin instrucción. En 2009 Malala apareció en un documental de televisión de The New York Times explicando las dificultades de las niñas para ir a la escuela en su región natal, el valle del río Swat.

Para castigarla por su activismo, cuando tenía 15 fue víctima de un atentado criminal que casi le cuesta la vida. Fue evacuada al Reino Unido, donde le curaron las heridas de bala en la cabeza, le colocaron una placa de titanio y un audífono, y allí siguió sus estudios.

Esta es una buena noticia y nos afecta aquí, en el primer mundo. En primer lugar, de manera directa: porque esos millones de niños que trabajan en fábricas asiáticas sin ningún rigor en la seguridad y a salarios ridículos, renunciando a una formación adecuada, hacen productos para cotizadas marcas occidentales. Pero el premio también es un buen ejemplo para nuestra vida doméstica. En este país se dan casos de malos tratos o abusos a niños por parte de adultos o de compañeros de clase que le hacen mobbing en la escuela a los más débiles y diferentes. Y en la España de hoy más de dos millones de niños viviendo bajo el umbral de la pobreza. No estamos totalmente a salvo de injusticias como las de Asia.

Por eso este Nobel, tan merecido, para una paquistaní y un indio, una musulmana y un hindú, de una joven mujer y un hombre mayor resulta tan ejemplar y tan serio. A ver si remueve conciencias y nos ayuda a aprender el oficio.

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