cuchillo sin filo

Francisco Correal

En el Norte del Sur

LA principal diferencia entre el debate del lunes y los de anteriores campañas electorales es que es el primero que vieron entero mis hijas. La mayor se estrenará como votante en unas elecciones generales, la segunda no podrá hacerlo por un mes escaso en las autonómicas. Cuando oyeron a Rajoy hablar de Constantina en el famoso gazapo geográfico, recordarían aquel episodio de verano. Ellas, que este año se estrenaron en el extranjero con sendos viajes a Cork (Irlanda) y a Essen (Alemania), pensaban hace unos años que Constantina estaba en el fin del mundo cuando sus padres las apuntamos a un campamento estival. Fuimos en tren hasta Lora del Río y de allí las llevaron en autocar. Se volvieron con el padre de otra de las residentes y yo las llevé de nuevo en el taxi de mi amigo Manolo Barrios. ¡Como para no saber dónde está Constantina! En una de las excursiones fueron a Cazalla.

En el campo de fútbol de Cazalla le organizaron un multutidinario homenaje al padre Leonardo Castillo, sacerdote gaditano de Algar, hacedor de voluntades. Fui en tren y me bajé en la estación llamada Cazalla-Constantina, una tierra de nadie a once kilómetros de Constantina y a ocho de Cazalla. Allí debería llevarlos el ministro Blanco a Rajoy y Rubalcaba para que escribieran cien veces que Cazalla y Constantina están en la provincia de Sevilla. En la primera estuvo de alcalde Ángel Rodríguez de la Borbolla, un hermano del ex presidente de la Junta que tuvo tratos con la nieta de Franco, Carmen Martínez Bordiu, Carmen ex Rossi, que sí sabe dónde está Cazalla. La última vez que fui a Constantina fue para despedir al periodista amigo Manuel Ramírez Fernández de Córdoba, hijo de esa población serrana que murió en Talavera de la Reina cuando se disponía a dar el pregón de Semana Santa en la ciudad donde un toro mató a Joselito. La iglesia estaba de bote en bote y seguí el funeral de pie, junto a Salvador Távora, que se hizo dramaturgo cortándose la coleta de subalterno el día que un toro mató en la plaza de Palma de Mallorca a Salvador Guardiola.

El dentista Aníbal González, nieto del arquitecto del mismo nombre, fluorizó hace treinta años los pueblos de la Sierra Norte de Sevilla. Si yo fuera de Cazalla o Constantina no me molestaría que en el debate un candidato a la Presidencia del Gobierno las hubiera convertido en municipios gaditanos. En los tiempos que corren de indigencia geográfica lo raro es que no dijeran que están en la provincia de Lugo o de Teruel. Por lo menos son limítrofes. Son el Norte del Sur. La metáfora del anuncio de la cerveza. Un néctar divino, tanto que el arquitecto que hizo el pabellón de la Cruzcampo, Miguel de Oriol e Ybarra, es el mismo que hizo el del Vaticano.

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