La vida vista

Félix Ruiz / Cardador /

Novatadas

RECUERDO aún, y han pasado ya más de 20 años, el tránsito desde Primaria hasta Secundaria. Lo recuerdo por varias cosas, pero no miento si digo que lo que más recuerdo es el pavor que me recorría cada vez que alguien me hablaba de las novatadas. Los amigos quedábamos aquel verano, y cada día venía uno con alguna historia terrorífica. "Mi primo, que está en tercero, dice que nos vayamos preparando", contaban, y yo me volvía a casa presa de mis miedos. Llegó al fin la primera semana de clase y los temores comenzaron a hacerse tristes realidades. Nos pintaron la cara con crema de zapatos, entre otras lindezas, y un capullo, porque capullo era entonces y capullo sigue siendo hoy, trató de hacerme comer una guindilla, de lo que me libré en menor parte porque me salió el mal genio y en mayor parte porque pasó por allí un primo mío que era hiperveterano y me sacó del trance. El recuerdo oscuro de aquellos días lo guardo intacto sin embargo, y se extiende casi que por toda la época del instituto. La fobia a las novatadas también me viene de ahí. Años más tarde, en la Universidad, me fui a vivir a una ciudad muy universitaria, muy levítica y muy castellana, y allí me libré porque tuve la buena intuición de no ir a parar a un colegio mayor. Vi sin embargo a tipos con casi 20 años pasearse en mitad de la noche en pijama mientras los veteranos los pastoreaban. También vi a chicas con mensajes hirientes pintados en la cara y siendo obligadas a beber a gollete mejunjes infectos. Ridículo todo, y más si se tiene en cuenta, y yo a mis 18 años lo tenía, que en aquella misma ciudad, muy cerca de donde se hacían esas barbaridades, habían dado clase Fray Luis de León, don Miguel de Unamuno y Gonzalo Torrente Ballester, que todavía vivía. Salamanca era aquella ciudad, y qué triste ver en ella prácticas tan zafias. Porque si algo que vaya contra el espíritu más rabiosamente universitario son precisamente las cutres novatadas, por lo que significan de atentado contra la libertad y de fórmula perfecta para revertir el tránsito del conocimiento. Porque con ellas, por poca cosa que parezcan, no se transmite la luz del buen saber sino la oscuridad y se dilapida la empatía que el veterano debe de tener con el novel. Por fortuna las novatadas hoy están prohibidas, pero me cuentan que aunque tal sea la norma la realidad es bien otra. Que todavía hay chicos que las pasan canutas. Dureza se requiera contra eso porque la novatadas no son sino incultura. Quien lo probó lo sabe, que escribió Lope de Vega, y ojalá nadie más tenga que probarlo para saberlo.

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