NOTAS AL MARGEN
David Fernández
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EN nuestras facultades de Economía aprendimos la teoría de Keynes, ese señor que decía que para recuperar el ciclo había que usar mas dinero, más inversión pública y mas intervención del Estado tanto en la política monetaria (a través de la regulación de la cantidad de dinero como del tipo de interés). Casi no estudiábamos al señor Hayek, un economista que, al contrario de Keynes, proponía el ajuste y el control del gasto. Para Hayek el Estado debe reducirse a la mínima expresión y su función es casi exclusivamente el permitir que el mercado se desarrolle. Increíblemente en estos años de crisis, alimentándonos de la política promocionada por Alemania, nos hemos visto abocados, en Europa, a aplicar la teoría de Hayek.
Los resultados parecen haber demostrado que la aplicación de esta teoría económica nos están llevando a una posible deflación y a un sufrimiento sin precedentes, condicionando el crecimiento. No quiero propugnar el keynesianismo puro porque, implica inflación a medio plazo y un Estado mastodóntico. Aunque nuestros modelos económicos estén íntimamente relacionados con la inflación. Pero parece que hay algo evidente: ambos economistas tienen parte de razón. En esta Europa y, en España en particular, cuyo crecimiento ha sido muy superficial y donde hay exceso de capacidad productiva, se hace necesario un ajuste. Pero, por otro lado, ese ajuste no puede ser tal que deje en la cuneta a la parte más débil de la sociedad. Es necesaria una política económica de ajuste, sin duda, pero a la vez es necesaria una política que incentive el cambio de ciclo y no atente contra los logros conseguidos en políticas sociales. Cuando estudiaba a Keynes y su modelo, recuerdo que me quede muy sorprendido cuando, al final, decía que todo lo que había estudiado era válido si y solo si las "expectativas de futuro permanecían inalterables".
Y, llegados a ese punto me pregunto: ¿cómo y por qué se alteran las expectativas? ¿Cuándo piensan los actores económicos que se están alterando estas expectativas aún sabiendo que es necesario un ajuste duro? La expectativa no es más que una situación en la que se prevé el futuro inmediato y éste solo puede preverse en positivo cuando se siente que las condiciones van a mejorar. Es algo puramente sicológico pero es necesario despertar ese ánimo de cambio. Para ello son necesarias, desde mi punto de vista, políticas económicas que incentiven la creación de empleo porque la mejora del empleo asegura una recuperación del consumo y de la inversión y una perspectiva estable a medio plazo.
Si el empleo depende de los empleadores (empresarios) en la oferta, y de los trabajadores en la demanda, la política económica debe incentivar a los primeros (menores costes, menos trabas administrativas...) y asegurar, a los segundos, un empleo estable y remunerado decentemente. Es necesario por tanto una política fiscal y laboral adecuada. Y, como replica a la misma, una política presupuestaria acorde. Hay que traspasar al sector privado, creador de empleo, los beneficios de este ajuste así como que el sector público sea capaz de mantener y proporcionar estabilidad a aquellos sectores que respaldan una política social justa: sanidad, educación, pensiones, desempleo... Creo que nuestra actual política está falta de lo uno y de lo otro. Muchos de nuestros recursos se han trasladado al sector financiero que se ha demostrado, una vez mas, como insolidario y, en muchos casos, ineficaz.
Muchas de estas transferencias se han hecho para tapar huecos producidos por el nulo control de quien tenía el poder y la obligación de ejercerlo y, por ende, permitió por falta de control que llevó a la corrupción. Y, todo ello, en base a impedir que quien creó el problema no sufra de las consecuencias.
Da la sensación de que la culpa de la actual situación la tienen las personas o colectivos que están sufriendo en sus carnes el ajuste cuando, la mayoría de ellas, por no decir toda en muchos casos, es producto de la mala o nula regulación de las entidades financieras y del despropósito de éstas en el crecimiento sin medida en un "todo vale si hay beneficio". Quiero recordar aquí que este sistema de desregulación proviene de las teorías del neoliberalismo, cuyo máximo exponente ha sido Milton Friedman, que deja de ser liberalismo para convertirse en fanático. Esta teoría económica lleva al límite el individualismo y se ha demostrado que es incompleta porque este individualismo obsesivo atenta contra el beneficio del grupo y ello impide la consecución del objetivo común. Comienza un nuevo año, debería de comenzar también una nueva forma de ver las cosas, una nueva manera de afrontarlas mas solidaria.
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