Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

PISA somos todos

ME llaman la atención las conclusiones de la encuesta sobre las causas y culpables de la (mala) educación en Andalucía contenidos en la segundo entrega del oportunísimo Barómetro publicado en los periódicos de nuestro grupo editorial. Ya de entrada es muy sintomático que los andaluces, es decir, nosotros mismos, al ser interrogados sobre el principal problema de la comunidad señalemos de forma espontánea (y por encima de otros conflictos más o menos inducidos) a la educación o, si queremos, al sistema educativo, aunque no sean forzosamente sinónimos.

La educación es una tarea que nos atañe a todos (desde padres a profesores, pasando por los propios usos y modas sociales que a veces influyen de manera decisiva sobre los valores y los comportamientos), mientras que el sistema educativo equivale a la compleja red administrativa y económica que gestionan ministerios y consejerías. Si hablamos, pues, de educación, nos incluimos todos a la hora de repartir responsabilidades y si de sistema educativo hablamos en exclusiva de los gestores políticos.

Los resultados del Barómetro hacen referencia a la responsabilidad sobre el estado de la educación como tarea común. Los encuestados, por tanto, reparten culpas. Por un lado, destacan el desinterés y la falta de formación de los padres, junto a la pérdida de autoridad en las aulas y la falta de disciplina. Y, de otro, señalan los déficit imputables a la Administración, como la aplicación de leyes deficientes o la falta de presupuesto.

Es decir, los andaluces de la encuesta son tan críticos consigo mismos como con la Administración, lo que no es una conclusión frecuente. O dicho de otro modo, PISA somos todos y no sólo el sistema, como suelen señalar muchas reflexiones provenientes de sectores conservadores cuyo objetivo principal es degradar a cualquier precio la escuela pública (incluso mediante la difamación) para honrar a la privada, sin tener en cuenta el servicio esencial que presta, pese a las deficiencias, la educación pública gratuita para garantizar la igualdad de oportunidades.

Cuando la mayoría de los encuestados señalan a los padres como principales responsables del deterioro educativo no están hablando de oficinas, de sistemas ni de anónimos pedagogos, sino que hablan de sí mismos, es decir, del ente (o la entidad) que mejor conocen. Y la conciencia sobre el valor que representa uno mismo (sin injerencias ni intereses inconfesables) es el mejor punto de partida para abordar un problema compartido.

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