Sorprende ver al partido alfa de la derecha española, una formación conservadora alérgica a los aspavientos, al borde de un ataque de nervios. El PP parecía un partido imperturbable. De cara al público, no pareció inquietarse cuando uno a uno decenas de cargos de primer nivel -exministros, expresidentes regionales, exconsejeros autonómicos, alcaldes, diputados, senadores- fueron acusados, procesados o condenados por corrupción. Rajoy dedicó incluso apoyos y parabienes a algunos presuntos criminales.

En apariencia, la táctica de aludir a los implicados como "esa persona de la que usted me habla", o largas cambiadas como "hace mucho tiempo", había funcionado entre su parroquia. La corrupción es una lluvia fina que tarda en traspasar el ánimo de los allegados, pero acaba calando. Tanto que una gran parte de las clases medias urbanas ilustradas que votaban al PP lo harían hoy por Ciudadanos, según las encuestas. La de ayer de El País sitúa al partido de Rivera con opciones de encabezar una coalición y poder elegir socio entre PSOE y PP.

Hasta ahora Rajoy gobernaba en minoría con soltura, con una táctica precavida: hacer lo menos posible. Medroso, atrincherado en el techo presupuestario para vetar los acuerdos de la oposición y reduciendo al mínimo la actividad legislativa para no dar gas a los demás grupos; el encefalograma plano era rentable. Pero no tuvo una sola iniciativa política sobre Cataluña. No bastaba con activar todos los resortes jurídicos del Estado, además se necesitaban propuestas de futuro. No ha habido estrategia para resolver el problema de las pensiones, más allá de colocar a una política amortizada tan insolvente como Celia Villalobos al frente del Pacto de Toledo. Tampoco hubo, contra lo prometido por el presidente, un borrador de nuevo sistema de financiación autonómica.

Y en esto, llega el auge de Ciudadanos y el ataque de nervios. Los ministros acuden en masa a radios y televisiones. Con una sola idea fija: atacar a Ciudadanos. El ministro Méndez de Vigo los llama "céese" (CS), como si les pegara pellizcos de monja. Rajoy los considera aficionados y veletas. Cospedal los acusa de utilizar Cataluña como arma electoral. (Lo dice la dirigente de un partido que utilizó el terrorismo en el pasado y la prisión permanente revisable ahora como arma política).

Mañana se reúnen en Génova los presidentes regionales del PP. Se supone que hablarán de financiación autonómica, pero en su terapia podrían revisar la posición ideológica en la que coloca el barómetro del CIS de esta semana a PP (8,3), Ciudadanos (6,76), PSOE (4,49) y Podemos (2,18). Considerando 10 extrema derecha y 0 extrema izquierda, el sondeo retrata a un PP más extremista que Podemos y al PSOE como el más cercano al centro (5). El embrollo catalán ha derechizado el mapa político español. Y el Partido Popular ha quedado muy descentrado, al garete. A ver si espabila.

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