EL ex presidente Felipe González, el socialista que más alto ha llegado en la democracia española, advirtió la semana pasada a sus compañeros de dos carencias que veía en el PSOE actual: el problema de liderazgo que sufre el secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba, y el riesgo de que el partido haya perdido su vocación de centralidad. La conferencia política que ha celebrado el PSOE el pasado fin de semana ha confirmado ambos temores. Por una parte, Rubalcaba ha conseguido aplazar las elecciones primarias que amenazan con su sustitución como candidato al Gobierno de la nación y ha captado los apoyos necesarios para liderar la renovación de esta formación política, imprescindible para sacarla del desconcierto en que la sumió la aplastante derrota en las elecciones generales de hace ya casi dos años. Por otra, el giro a la izquierda aclamado por la inmensa mayoría de los delegados en la conferencia supone una radicalización de sus planteamientos tradicionales que aleja al PSOE de una posición central en la escena política española y le enajena el apoyo del electorado más moderado, básico para conseguir una victoria electoral que le haga regresar al poder. Los máximos dirigentes del PSOE han intentado taponar la fuga de votos progresistas en dirección a Izquierda Unida asumiendo posturas del socialismo tradicional (denuncia del Concordato, aumento de impuestos, laicismo) que, según la experiencia, rechinan a un amplio sector de ciudadanos que tiene en sus manos la decisión final sobre las elecciones en una sociedad desarrollada, aunque en crisis. El propio Felipe González es el mejor ejemplo de que cuando el PSOE se moderniza, acepta el sistema de economía de mercado con limitaciones y controles y huye de la ortodoxia estéril es precisamente cuando obtiene sus mejores resultados. Por el contrario, cuando se abre a su izquierda e incluso pacta alianzas de gobierno con la coalición IU, como ocurrió cuando el candidato y secretario general era Joaquín Almunia, fracasa en las urnas, al igual que cuando, consciente de su opción minoritaria, acude a unirse con partidos nacionalistas para desbancar la mayoría del PP sin importarle convivir con planteamientos que afectan a la soberanía nacional y la España constitucional. Probablemente lo que el Partido Socialista necesita sea centrarse y no girar a la izquierda. Sólo así será capaz de atraer a las amplias mayorías sociales no ideologizadas que constituyen el caladero decisivo de votos que conducen al Gobierno o, en todo caso, a una alternativa viable que espera su oportunidad en el convencimiento de que ésta llegará tarde o temprano. La conferencia política no ha ido en esta dirección

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