Cuchillo sin filo

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

Pacifistas

Las colas para ver el barco 'Juan Carlos I' en Guecho han desautorizado a los antitodo y los pronada

Bofetada sin manos. Las colas desde primera hora en el muelle de Guecho para visitar el buque Juan Carlos I, pese al voto en contra de esa presencia de los antitodo, los pronada y el grupo municipal socialista en ese Ayuntamiento vizcaíno, es una saludable muestra de desacato frente a la pátina de pacifismo de que últimamente se rodean los más acérrimos partidarios de la barbarie. El Arenas de Guecho fue uno de los diez equipos fundadores de la Liga española, que acaba de cumplir noventa años de historia. Militó en Primera hasta la temporada 1934-35, cuando el Betis ganó la Liga. El nombre del histórico equipo de fútbol habla de la importancia marítima y náutica de esa localidad. Jon Juaristi, en un poema dedicado al Athletic de Bilbao, cuenta que la expresión Alirón que se corea en los campos de fútbol es una traducción libre del Todo Acero de los barcos que salían de los Altos Hornos del País Vasco.

Vivimos tiempos en los que se criminaliza al torero, al guardia civil, al almirante de barco o al empresario. Y además les estamos dejando que ganen la batalla del lenguaje. En una televisión estatal la periodista habló del rechazo que la presencia de ese barco militar con el nombre del Rey emérito había provocado entre sectores pacifistas y antimilitaristas. ¿Dónde se entregan esos certificados? ¿Quién es más pacifista, un soldado que se juega el tipo por ayudar a los demás, que lleva ese espíritu de sacrificio en el sueldo, o un haragán que allí en Guecho o en lugares cercanos grita consignas contra el barco y miraba para otro lado cuando la banda terrorista ETA le daba trabajo a las funerarias del País Vasco? Al autodenominado Estado Islámico no lo echaron de Mosul los poetas, los periodistas, los clérigos o los ingenieros de minas. Fueron militares. Que le pregunten a la población civil que ahora podrá volver a sus casas quién era más pacifista, los soldados que han liberado sus pueblos de morralla o la escoria que predicaba el terror con la quimera del califato.

En este caso, con la frase de Méndez Núñez, la honra y los barcos van unidos. Vivimos y le damos cancha a una pandemia contestataria de pancartas y estereotipos que borra de un plumazo un pasado en el que Magallanes y Elcano por lo visto fueron unos genocidas, Bartolomé de las Casas un pederasta, Cervantes un misógino y Velázquez un meapilas.

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