Pactos e inestabilidad

La amplia clase media ha sido sustituida por los resultados de un experimento de ingeniería social

Vivimos tiempos de inestabilidad. Entretenidos con la sutil, a veces, y poliédrica relojería de los pactos, muchos parecen no percatarse de la cuestión mayor que encierra lo que se nos presenta como un adictivo y casi sensual juego de posibilidades abiertas, de expectativas de un poder cada vez más fugaz y limitado. Un juego que extrae su atractivo y su fuerza no de la valoración sensata de ideas y propuestas para la construcción de mayorías de gobierno, sino del seguimiento al minuto de un espectáculo con mucho de teatral en el que pareciera que el azar y la necesidad se combinan con todas las pasiones de las que la política es resumen perfecto, sólo para satisfacer ambiciones o confirmar egos desmedidos.

Esa cuestión mayor olvidada me parece pudiera ser el haber ingresado España en un ciclo de fuerte inestabilidad iniciado en 2015 con la liquidación de la mayoría absoluta tan mal gestionada por Mariano Rajoy. Desde entonces no ha habido Gobierno propiamente dicho, y en estas últimas elecciones esa inestabilidad se ha trasladado ya a todo el inmenso conglomerado político e institucional que llamamos Estado de las Autonomías. Esto es algo que naturalmente tenía que pasar, y si no ha pasado antes es por la inercia que en España han tenido y tienen los comportamientos electorales, dándole ese peculiar sello de ir siempre como por detrás de la evolución que otros países marcan. Por qué eso es así, quede para otro momento, pero lo cierto es que si en democracia el espectro político ha de ser, aunque de manera imperfecta, reflejo de la sociedad, la democracia española tenía que acabar reflejando el perseverante esfuerzo de demolición y sustitución de la gran herencia del franquismo que fue la clase media. La Transición y el sistema resultante no fueron más que su producto, fidelísimo trasunto de sus virtudes y defectos, comenzando por el pragmatismo, que tanto puede ser una cosa como la otra.

La sólida y amplísima clase media de los años setenta y ochenta comenzó a ser sustituida desde los 90, y sobre todo desde comienzos de siglo, por los resultados de un ensayo de ingeniería social posmoderna que ha generado un pluralismo cacofónico en los estilos de vida, en las aspiraciones y en los modelos deseables para el futuro que es ya casi ingobernable y lo va a ser aún mucho más. En esas condiciones, el bipartidismo que tantos añoran no es sólo un modelo agotado, es pura entelequia.

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