Palabras para un pacto

Esta decisión tiene sus riesgos, que no creo que nadie ignore, pero contiene una voluntad positiva

LA derecha mediática y política ha desplegado todo su potencial —que es mucho— de críticas y descalificaciones ante la formación de un gobierno progresista pactado por PSOE y Podemos, con la abstención, entre otros, de ERC No ha quedado término condenatorio sin utilizar ni analogía hiriente sin emplear. Y como la lengua castellana es generosa en expresiones y palabras para atacar un acuerdo, los discursos, las tertulias y las páginas de los periódicos se han llenado de términos tan solemnes y expresivos como traición, venta, entrega, felonía, arrodillamiento, deslealtad, infamia, vileza y otros cuantos más. Pero detrás de estos recursos grandilocuentes de condena, en estos malhumorados actores no asoma solución alguna al problema que el pacto de gobierno trata de resolver. Ni una sola propuesta realista y posible para evitar que esta legislatura corriera la misma suerte que la anterior. Da la impresión de que esta indignada derecha prefería la repetición sucesiva de elecciones hasta que el resultado les fuera favorable o convivir ‘ad aeternum’ en esta enmarañada situación de provisionalidad permanente en la que el Estado se debilita y la acción de gobierno se difumina.

Es cierto que la senda de los acuerdos es estrecha y siempre tiene más riesgos y dificultades que la altiva actitud del desacuerdo. Por eso los términos que lo defiende tienen menos lustre y potencia que los que la atacan ya que hay hablar de entendimiento, equilibrio, cesión, comprensión, tolerancia, flexibilidad y otros vocablos más suaves y menos atronadores. Pero lo cierto es que la política que construye tiene más que ver con términos suaves que con la resonancia épica del enfrentamiento. Se ha iniciado un camino complejo, cargado de incertidumbres, pero era necesario y urgente ensayar campos de acuerdo que rompieran el maldito cerco en el que ha entrado la política española. El entendimiento de las izquierdas era una asignatura pendiente que, de no aprobarla, condenaba a un sector, ahora mismo mayoritario de la población, a una frustración permanente. Y la cuestión catalana está necesitada de intentos que ensayen una transversalidad distinta que supere los actuales bloques. Esta decisión tiene sus riesgos, que no creo que nadie ignore, pero contiene una voluntad positiva. Y por eso, ante tanta expresión descalificadora y condenatoria es necesario contestar con otras palabras también potentes y épicas: es un pacto valiente y esperanzador.

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