Paralelismos

En Norteamérica el voto rural ha catapultado a Trump a la presidencia. En España es el que todavía sostiene al PSOE

T RAS las elecciones de Estados Unidos todos salieron derrotados, leo las conclusiones de algunos analistas que, una vez más, con los hechos consumados encuentran las causas. Las empresas demoscópicas, incapaces de medir los votos ocultos o de la vergüenza. Los ciudadanos, que en la mayoría de los casos, son conscientes de que la papeleta que eligen no deberían introducirla en la urna, ceden a su deseo de pasar factura. Pierden, una vez más, los medios de comunicación tradicionales. En sentido estricto porque cientos de miles de ejemplares ya impresos con el triunfo de Clinton se quedaron sin distribuir. Habían recobrado protagonismo con informaciones que supuestamente marcaban claramente la campaña en una dirección y el resultado ha sido el opuesto. Desdibuja su identidad el partido Republicano, que debe soportar a un outsider del que han renegado. Pero, sobre todo, el gran perdedor es el Demócrata, que sale destrozado. Será difícil que encuentre en su historia un oponente político con mayor número de debilidades para vencerle.

Quizá no sea riguroso trazar paralelismos, pero salvando la distancia del personaje central del telefilme en directo que acaban de presenciar doscientos millones de espectadores estadounidenses, que por primera vez han interactuado en tiempo real para decidir el final de película, encuentro muchas semejanzas con España y con el PSOE. Los socialistas, con su marca bajo mínimos después de dos décadas de una continua pérdida de identidad escogieron una cara nueva y sin ataduras con el pasado (ahí se diferenciaron de los demócratas), pero incapaz de transmitir y aportar un mínimo de credibilidad a sus mensajes. Será difícil encontrar otro contrincante más desgastado que Rajoy.

Es poco riguroso comparar la socialdemocracia europea con la ideología en la que bebe su teórico homólogo en Estados Unidos. Pero su batacazo supone el culmen de la prolongada caída en occidente del centro izquierda. Zapatero en España protagonizó el canto del cisne, con Obama se desmorona la última ficha de este dominó. Este espacio político es un páramo donde será muy difícil que cuajen unos postulados ideológicos que han quedado obsoletos. No tienen utilidad para sus votantes de hoy.

En Norteamérica el voto rural catapultó a Trump. Aquí sostiene al PSOE. Las democracias occidentales han tutelado a los electores. Los ciudadanos se han acostumbrado a responsabilizar al Estado de sus problemas. Ahora cuestionan el sistema o sencillamente prefieren dinamitarlo. Es la furia contenida que en media Europa se ha traducido en los movimientos de ultraderecha y en España, gracias a que la vacuna contra el franquismo sigue activa, en las mareas que ha sabido canalizar Podemos.

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