El camino por el que transcurre la ciudad de Málaga en el desarrollo científico y tecnológico ofrece un horizonte lleno de posibilidades, y sin duda vamos a saber aprovecharlo. Las noticias en los últimos meses sobre la llegada de los centros de investigación de Vodafone, Dekra, Google, TDK o Globant, junto con el nacimiento de Innovalia o la llegada de la Agencia Digital, por parte de la Junta de Andalucía, no son ya hitos aislados, sino una realidad creciente e ilusionante. Y ahora ha llegado el momento de demostrar que este es el mejor lugar del mundo para su desarrollo.

Durante muchos años se insistió en la necesidad de que la Costa del Sol no viviera únicamente de su inigualable capacidad turística, sino que fuese capaz de trascender a otros campos de la economía. Sin duda el campo tecnológico requería de una capacidad en su entorno, donde generar mano de obra altamente cualificada, que parecía difícil de alcanzar. Pero el empeño de su Universidad por ir de la mano del Parque Tecnológico y crear sinergias entre las obligaciones académicas y las necesidades empresariales ha dado su fruto. Hoy son más de 10.000 estudiantes entre científicos, ingenieros, arquitectos los que se forman en sus aulas y un millar de ellos los que se incorporan anualmente a nuestro tejido productivo. De ahí que la llegada de empresas, con necesidades de miles de trabajadores, no debe sorprendernos, porque para ello nos hemos estado preparando.

Por otra parte, la dichosa pandemia tuvo un punto a su favor, y es que adelantó una decena de años la generalización de las comunicaciones y el trabajo a distancia, por lo que se han unido en Málaga el momento y la oportunidad. Es evidente que todo polo de atracción genera un entorno económico complejo. Viviendas, tiendas, pequeñas empresas o restauración surgen de forma natural para dar los servicios que se requieren. Y es ahí donde el orden y la calidad pueden aportar mucho valor al resto de la sociedad. Porque nunca olvidemos que estas iniciativas que llegan a Málaga lo hacen porque buscan lugares poco conflictivos, donde se sepa aplaudir tanto la inversión privada como la pública y donde sus ciudadanos sean emprendedores. Por ello se aterriza en la ciudad andaluza con mayor capacidad histórica para crear empresas y con la menor dependencia de administraciones y funcionariado, es decir, aquel lugar generador de riquezas motu proprio.