La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Pedro tira la toalla

Por ambición y sed de poder, ignoró que el independentismo es voraz por naturaleza e insaciable por historia

Esto no da para más. En cuanto Podemos vuelva a ponerse en modo confrontación, que será ya mismo, Pedro Sánchez tendrá que regresar a la casilla de salida (recuerden: echar a Rajoy para convocar elecciones generales) y poner fin a un sueño imposible de corta duración. La toalla ya está tirada, sólo falta fecharla. Marzo o mayo.

Él mismo admite que su vocación de continuidad se ha visto "acortada" por la falta de apoyo a los Presupuestos de 2019 y acepta que ni siquiera va a presentarlos al Congreso. Así no necesitará -tan europeísta él- defender su proyecto del varapalo que le han dado la Unión Europea y la OCDE. Ni pasaría el fielato del parlamento ni ha pasado el de Bruselas. Estupendo.

Reconozcamos que ha hecho todo lo posible por demorar el incierto veredicto de las urnas. Por amarrarse al sillón, vamos. A los independentistas catalanes les ha dado su postura contraria a la prisión preventiva de los líderes presos, el cambio en la Abogacía del Estado para acusarles de sedición y no de rebelión (incluyendo la purga del letrado que llevaba el caso) y la ambigüedad sobre el indulto futuro. Hasta su pusilánime y buenista reacción al ataque a su ministro de Asuntos Exteriores por los matones de guardia forma parte de su trayectoria de agradaor del secesionismo.

Por pura ambición e impura sed de poder Sánchez ha obviado que el nacionalismo identitario es voraz por naturaleza e insaciable por historia. Si pretendes apaciguarlo, lo enciendes con nuevas reivindicaciones. Siempre guarda una exigencia en la recámara si se te ocurre satisfacer a medias la exigencia anterior. Y por la frivolidad e insustancialidad que le caracterizan Sánchez ignoró desde el principio que no podía, objetivamente, ofrecer lo único que de verdad le pedían Puigdemont, Torra, Junqueras y el resto de la cofradía: presos en la calle sin proceso y referéndum de autodeterminación.

Lo que demuestra el desenlace de este enredo es que Pedro Sánchez nunca debió pactar la moción de censura con los indeseables de ERC y PDeCAT. Nunca debió caer en brazos de un aliado principal que trabaja por acabar con el sistema democrático de 1978 y mandar al exilio al Rey constitucional. Nunca debió llegar al Gobierno de la nación teniendo el voto de 84 diputados de 350. Ni la distracción de la momia de Franco ni la firmeza última con el Brexit, que apoyan todos los ciudadanos, cambiarán eso. Fue una mala idea.

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